CAUSAS NO DIETÉTICAS DE LA CARDIOPATÍA

 

 

La falta de un sistema de apoyo social. Tradicionalmente, los japoneses que viven en Japón tienen unos índices muy bajos de enfermedad coronaria y cáncer. Pero cuando los japoneses empezaron a emigrar masivamente a Estados Unidos, el nuevo estilo de vida y la dieta que adoptaron resultaron en muchos casos desastrosos para su salud. La segunda generación en el país de acogida ya había perdido toda la ventaja de salud que tenía sobre la población norteamericana. Primero se supuso que la típica dieta norteamericana, rica en grasas, era la responsable de este fenómeno. Pero muy pronto la teoría de la enfermedad coronaria-dieta-colesterol sufrió una severa corrección.

 

Un subgrupo de los inmigrantes japoneses en California mantuvo las tasas bajísimas de enfermedad coronaria, independientemente de si sus niveles de colesterol en sangre eran altos o bajos. Este grupo estaba formado por hombres que conservaron su idiosincrasia japonesa viviendo en un barrio japonés, participando en actos culturales y sociales tradicionales japoneses y aprendiendo y hablando su lengua materna. Los estrechos lazos familiares y el sistema de apoyo social fueron los únicos factores que evitaron que desarrollaran una enfermedad coronaria degenerativa. Incluso si tenían problemas personales en casa o pasaban por dificultades financieras, contaban con amplios lazos familiares en qué apoyarse y que les prestaban respaldo moral y a menudo económico.

 

Un estudio sueco confirmó que las interacciones sociales frecuentes entre hombres, como encuentros con amigos, partidas de golf, timbas de póker, etc., se tradujo en una reducción de más del 50% de la incidencia de la enfermedad coronaria entre los sujetos del ensayo. No conozco ningún medicamento de prescripción que logre resultados similares. El sentimiento de ser rechazado, de haber sido abandonado y de estar solo puede «partir el corazón» a cualquiera y hacer de un corazón sano un corazón enfermo.

 

Se sabe que las mujeres tienen mayores necesidades de apoyo y comprensión durante el embarazo. Un estudio epidemiológico sobre mujeres embarazadas reveló que el 91% de las que se sentían carentes de apoyo por parte de familiares y amigos sufrieron graves complicaciones durante el embarazo. Estas mujeres informaron que llevaban una vida muy estresada con apenas apoyo social. Estudios similares con hombres desempleados han revelado que los que se sentían fuertemente apoyados por la familia, los parientes y los amigos tenían menos probabilidades de desarrollar problemas físicos o mentales.

 

 

Los principales factores de riesgo: Insatisfacción laboral y falta de felicidad. Uno de los descubrimientos más importantes que jamás se ha hecho en torno a la enfermedad más mortífera para el ser humano se menciona muy poco en los informes sobre cardiopatías y sus factores de riesgo, pero no por ello es menos real. Los mayores riesgos de desarrollar una enfermedad coronaria son la insatisfacción laboral y la falta de felicidad. Estos riesgos inesperados salieron a la luz cuando unos investigadores norteamericanos buscaron, una vez más, pistas para dilucidar las causas de la enfermedad coronaria.

 

Si preguntamos a un hombre en la calle si está satisfecho con su puesto de empleo y en general se siente feliz con la vida que lleva, su respuesta nos dará un pronóstico bastante exacto de su salud cardiovascular. Sería demasiado simplista suponer que la enfermedad coronaria está causada únicamente por el estrés, el tabaquismo, la sobrealimentación, el abuso del alcohol, etc. Estos factores de riesgo no son las causas últimas de la disfunción cardíaca, sino más bien los efectos o síntomas de una completa insatisfacción en la vida. Los orígenes de todas las causas principales de la enfermedad coronaria (falta de felicidad y satisfacción) pueden seguir intactos después de haber eliminado todos los demás factores de riesgo o causas subyacentes. Un gran número de personas han muerto de infarto de miocardio teniendo las arterias perfectamente limpias y sin que se observaran otras causas físicas perceptibles. Muchas de ellas ni siquiera habían fumado nunca o abusado del alcohol, ni habían llevado una vida particularmente estresada. Pero estaban infelices consigo mismos.

 

Un estudio de 1998 de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins confirmó lo que ya habían descubierto otras 10 encuestas anteriores: los hombres que sufren una depresión clínica tienen el doble de probabilidades de sufrir infartos de miocardio o de desarrollar otras cardiopatías que los que no están deprimidos. Si el «mal de corazón» es suficientemente fuerte, hallará varias maneras de ocluir las arterias y, de hecho, el sistema energético entero del cuerpo. La investigación genética ha demostrado que la doble hélice del ADN, que controla la salud de todas y cada una de las células de nuestro cuerpo, se contrae y acorta instantáneamente cada vez que sentimos miedo, frustración, rabia, celos u odio. Es como el mal funcionamiento de un programa informático que hace que el ordenador sea incapaz de rendir como es debido. Si se aplica el procedimiento de quinesiología (pruebas musculares) a una persona deprimida o infeliz, se observará que todos los músculos de su cuerpo están flojos, especialmente cuando reflexiona sobre sus problemas personales. Su insatisfacción afecta también a los músculos de su corazón y sus arterias. Si la infelicidad persiste, la enfermedad se torna inevitable, y la parte del cuerpo más débil será la primera en sucumbir a la falta crónica de energía. Si resulta que es el corazón, el resultado puede ser una enfermedad coronaria.

 

Incluso si esta persona se administra antioxidantes, que, según se cree, protegen las arterias de los ataques de radicales de oxígeno, no los digerirá ni asimilará ni tampoco serán aportados de manera eficaz a las arterias lesionadas. La falta de satisfacción en la vida paraliza las funciones corporales de la digestión, el metabolismo y la eliminación. Esto provoca congestión, toxicidad elevada y lesiones de todos los tejidos celulares. Las personas que tienen las arterias coronarias obstruidas no solo están enfermas en la zona del corazón, sino también en todo el cuerpo. El principal factor determinante de la enfermedad parece ser la incapacidad de vivir una vida feliz y satisfactoria.

 

¿Cómo afecta al corazón un estado prolongado de rabia, depresión o ansiedad? Es una pregunta que los investigadores se han planteado durante años. Un equipo científico dirigido por el doctor Boyle, de la Duke University, de Carolina del Norte, quería dilucidar si una mente perturbada podía causar un tipo de inflamación susceptible de dañar el corazón y los vasos sanguíneos. Entre 1972 y 2002, los investigadores de Duke realizaron un seguimiento de los niveles en sangre de dos marcadores de inflamación cruciales, llamados C3 y C4, en un grupo de más de 300 hombres sanos de mediana edad. C3 se ha asociado particularmente a un mayor riesgo de padecer una enfermedad coronaria. Asimismo, evaluaron el estado de depresión, irritación y hostilidad. En un número de la revista Brain, Behavior and Immunity, el equipo de Duke informó de que los mayores aumentos de C3 entre 1992 y 2002 se observaron en hombres que presentaban los mayores niveles de depresión, irritación y hostilidad.

 

Un estudio financiado por las autoridades sanitarias del Reino Unido de Estados Unidos revela que las personas que piensan que han sido tratadas injustamente tienen más probabilidad de sufrir problemas coronarios. El principal mensaje que se deriva de este estudio es que si uno cree que la vida es injusta, es posible que el corazón le falle. El estudio reveló que las personas que pensaban que eran tratadas injustamente tenían más probabilidad de sufrir un infarto de miocardio o dolor de pecho. Quienes creían ser víctimas de la peor injusticia tenían un 55% más de probabilidades de experimentar un accidente cardiovascular que las personas que pensaban que la vida era justa. De acuerdo con este informe, publicado en el Journal of Epidemiology and Community Health (tomo 61, N º 6, Junio de 2007: 513-518), las personas que creen ser víctimas de una discriminación responden a menudo entregándose a la bebida, el tabaco o el exceso de alimentación. Los investigadores sugirieron que la cuestión de la injusticia se planteara a los pacientes con motivo de las revisiones médicas rutinarias.

 

La razón por la que la medicina moderna es tan impotente para asegurar una curación duradera en las enfermedades coronarias estriba en que el enfoque médico habitual no favorece precisamente el estado de felicidad de un paciente. Pero apenas existe ningún otro factor de riesgo primario de cualquier enfermedad, incluida la cardiopatía coronaria, excepto la falta de felicidad y la insatisfacción. Es la ausencia de felicidad interior y paz en el corazón y la mente la que hace que una persona se sienta estresada y tome medicamentos, coma demasiadas proteínas y alimentos en general, abuse del alcohol y del tabaco, beba cantidades excesivas de café, se vuelva adicto al empleo o esté descontento con sus labores o consigo mismo.

 

LA NECESIDAD DEL AMOR

La realización en la vida aumenta espontáneamente cuando dedicamos tiempo a satisfacer nuestras necesidades espirituales, además de desarrollar nuestros aspectos físicos y mentales. El ser humano quiere ser reconocido como ser espiritual cuya naturaleza innata es la felicidad incondicional. Una persona realmente feliz encuentra su satisfacción interior compartiendo con otras todo lo que aprecia de sí misma; ésto es lo que se llama amor. El amor es la fuerza vital que hace que el corazón lata, las células prosperen y el espíritu se eleve. Éste es el sentido de vivir una vida espiritual, una vida llena de espíritu y significado. Sin embargo, a veces el amor se ve ensombrecido o no llega a manifestarse. La incapacidad de fluir dentro y fuera del cuerpo, produce una profunda tristeza y frustración en el centro del corazón.

 

Que un médico detecte unos cuantos riesgos patológicos y los «elimine terapéuticamente» no hace nada por satisfacer la profunda necesidad interior de la persona de abrir su corazón a otras y a sí misma. Semejante enfoque es inútil porque ignora el hecho de que los sentimientos humanos son mucho más potentes que cualquier efecto físico. Si la infelicidad sigue prevaleciendo en la vida de un paciente, ninguna dosis de vitamina C o E impedirá que los radicales libres destruyan al organismo.

 

El hecho de que la infelicidad y la insatisfacción laboral sean las principales causas de las enfermedades coronarias apenas se reconoce abiertamente porque no parece existir ninguna fórmula mágica para subsanarlas. La industria farmacéutica no dispone de medicamentos que puedan hacer felices a las personas; todo lo que tiene que ofrecer son fármacos que tratan los síntomas físicos de la enfermedad. Si uno está preocupado por la enfermedad coronaria, tal vez le convenga plantearse algunas preguntas fundamentales, como éstas: ¿Llevo un estilo de vida que es nocivo para mi salud, y si es así, por qué lo hago? ¿Siento que nadie me aprecia o me quiere realmente? ¿Tengo miedo de que mi pareja me rechace? ¿Me considero una especie de víctima debido a mí mismo o a otros? ¿Me siento frustrado porque soy incapaz de obtener de la vida lo que realmente quiero? Y, sobre todo, ¿tengo miedo de amar por miedo a sufrir? Amar a otros que no saben cómo amarse a sí mismos sana el corazón. Ayudar a quienes piden ayuda abre y relaja nuestro corazón. Esto previene la enfermedad coronaria. Siempre en-contraremos a alguien que necesite nuestra ayuda. Cuando una persona consigue cambiar la vida de otra persona, automáticamente se siente también amada.

 

 

 

EL GRAN PAPEL QUE PUEDE DESEMPEÑAR LA PAREJA

Importantes investigaciones con pacientes masculinos que han sufrido un infarto de miocardio han demostrado que la sensación de los hombres de ser amados por sus esposas es el elemento más determinante en la supervivencia a un infarto. Los ataques de corazón se convierten a menudo en una revelación para las parejas que han olvidado cómo amarse y cuidarse mutuamente. La súbita cercanía que experimentan las parejas después de que uno de ellos sufre un infarto de miocardio puede ser un incentivo para que muchos pacientes sigan queriendo vivir, y lo más probable en este caso es que logren sobrevivir.

 

Un estudio europeo del Reino Unido ha demostrado que una relación íntima y amorosa con la pareja, con otros parientes o con amigos ayuda a reducir notablemente el riesgo de una víctima de infarto a sufrir un segundo accidente cardiovascular en el futuro.

 

 

EL PODER CURATIVO DE LA CARICIA

Cada vez que alguien nos acaricia con cariño o que nosotros acariciamos a otra persona se produce un intercambio emocional que nutre profundamente al corazón. Tocar y ser tocado es tan fundamental para la salud como una dieta equilibrada, y a veces más.

 

Cuando unos investigadores norteamericanos observaron que tras acariciar tres veces al día a bebés prematuros éstos aumentaron de peso un 49%, allí descubrieron por casualidad el poder de la caricia. Al final, la caricia o, en términos científicos, el «estímulo táctil cinestésico», fue reconocida como método eficaz de reducción del tiempo y del coste de la estancia de los bebés en el hospital.

 

En el cuerpo humano, la sensación del tacto está tan desarrollada que permite detectar o sentir cualquier cosa con la que se entra en contacto como si se tratara de un radar. Al absorber (sin saberlo) las feromonas y/o «tocar» su aura, nuestro organismo es capaz de identificar quién es amable, honesto y cariñoso o despiadado, falso y agresivo. El cuerpo es capaz de traducir al instante toda esa información en potentes respuestas químicas que nos hacen sentir bien o mal. Estas respuestas internas, sin embargo, también dependen de nuestra interpretación de la experiencia.

 

Hay muchas formas de contacto físico que tienen profundos efectos curativos. Está demostrado que el masaje ayurvédico con aceite, por ejemplo, abre las arterias ocluidas gracias a su profunda acción penetrante y desintoxicante. Sin embargo, la parte puramente física de este tipo de contacto solo es parcialmente responsable de este fenómeno curativo. Cuando uno se toca el propio cuerpo con el propósito de mejorar su salud, el cuerpo advierte automáticamente que uno se quiere y se aprecia a sí mismo y a su vida, ya que de lo contrario no lo haría. El amor transmite la máxima frecuencia de energía y, cuando está presente en lo más hondo del corazón, desencadena una fuerte respuesta curativa liberando endorfinas, serotonina y otras sustancias curativas que favorecen la sensación de felicidad por todo el cuerpo, similar a la que recibe el lactante de su madre.

 

Si uno desea ayudar a una persona enferma, pero no sabe cómo, puede tomarle la mano o darle un suave masaje en los pies. Esto ayuda más que mil palabras de ánimo a la hora de mejorar el estado de la persona. El cuerpo recuerda más vivamente el contacto cariñoso que las palabras escuchadas y reproduce las mismas sus-tancias cada vez que revive la sensación del contacto en la memoria.

 

Si a uno le resulta imposible mantener un intercambio amoroso significativo con otros seres humanos, tal vez deba tomar en cuenta adoptar un animal de compañía. Los animales pueden abrirnos el corazón y hacer sentirnos mejor con nosotros mismos. Se conocen casos en que han ayudado a reducir la tensión arterial y el riesgo de sufrir un ataque cardíaco. Esto se denomina «terapia de mascotas». Los psiquiatras han incluido la terapia de mascotas en su repertorio terapéutico. Las mascotas terapéuticas se utilizan actualmente en escuelas, centros de salud mental, enfermerías, clínicas de rehabilitación y hospitales infantiles.

 

La caricia amorosa abre el corazón. Es una caricia que da sin esperar nada a cambio. Es una caricia que puede hacer milagros. Cada ser humano tiene ese don curativo; sólo tiene que reconocer que lo tiene, condición necesaria para hacer uso de él. Ofrezcamos nuestras caricias libremente y sin reservas, pues son uno de los pocos dones que pueden hacernos realmente felices. Puede ser bonito sentirse querido por alguien, pero es sumamente importante expresar el amor por otros en la forma en que sea posible. Uno siempre tiene la oportunidad de tocar a alguien con ternura, generosidad y honestidad y sentirse mucho mejor por ello. Esto le abrirá el corazón. Solo un corazón cerrado puede quebrarse o ser atacado.

 

Vivir toda la vida sin el peligro de sufrir un infarto de miocardio está en las manos de cada uno y no es algo que nos ocurre por casualidad. Cuidemos nuestro corazón y él cuidará de nosotros.

Compártelo