DIETA Y ARMONÍA MENTAL

 

Es difícil conseguir una buena armonía mental si no se sigue una dieta correcta y, al mismo tiempo, es prácticamente imposible que una dieta nos sea beneficiosa si no tenemos una buena disposición mental hacia ella. “No nutre lo que comemos, sino lo que digerimos”.

 

A veces puede ser más beneficioso comer algo que nos gusta aunque no sea tan saludable, que comer una verdura con repugnancia, aunque nutricionalmente sea mucho más saludable la verdura; pero se puede llegar a constituir un círculo vicioso, ya que la alimentación inadecuada produce irritación mental y la irritación mental produce apatía.

 

Es curioso que, mientras la mayoría de la gente acepta que hay alimentos que perjudican al hígado, a los riñones, al corazón o a la piel, muy pocos encuentran lógico que algunos alteren el buen funcionamiento cerebral. En este sentido las recomendaciones dietéticas de la medicina oficial se limitan a proscribir los estimulantes cerebrales, como son el café y el alcohol (que nos resistimos a calificar de alimentos).

 

Los médicos naturistas clásicos han denunciado repetidamente la nocividad de ciertos componentes de la carne (como las ptomaínas, cadaverinas y otros productos de la putrefacción) como elementos que corrompen la sangre. No es aventurado señalar que el abuso de estos alimentos puede producir en personas sensibles abotagamientos mentales, dificultad de concentración e incluso problemas psicológicos graves.

 

Elementos como el fósforo y el magnesio son indispensables para el buen funcionamiento cerebral. La grasa, principal componente del tejido nervioso (fosfolípidos, gangliósidos, cerebrósidos, etc.) también es indispensable. Sin embargo, no es lo mismo el fósforo de una cerilla que el de la sustancia cerebral, ni es lo mismo la grasa del tejido adiposo, que la presente en la masa encefálica. ¿En qué se diferencian? Principalmente, en la complejidad de su estructura.

 

Todos los componentes del cuerpo humano, de los animales y de las plantas poseen una potencia vibratoria determinada, derivada de su estructura dimensional específica. El calcio del sistema nervioso tiene una potencia vibratoria mucho mayor del que está en los huesos. Los alimentos que realmente nutren al cerebro no solo deben tener los elementos bioquímicos adecuados, sino que también deben poseer una potencia vibratoria compatible con él.

 

La alimentación cerebral adecuada tiene que ser rica en frutos secos (almendras, nueces, avellanas, etc.), frutas secas (ciruelas pasas, pasas de uvas, orejones de melocotón, etc.), ajonjolí y palta. Sin embargo, debe ser una alimentación rica y equilibrada en su globalidad. Una dieta no tiene que alimentar solo al cerebro, sino al ser humano en su totalidad. Los alimentos citados son especialmente adecuados para los niños, pues en ellos la formación del tejido nervioso es de primordial importancia.

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