EL LABERINTO DE MÉNIÈRE

 

 

 

 

Marisol La Hoz Valle

Lingüista

PERÚ

 

 

Por quinta vez en Emergencia, pero en distinta clínica. El médico indicó una placa. Es mejor internarte para que te vea un neurólogo. Las vértebras del cuello están rectificadas por contracción muscular, dijo, con la placa de mi cuello en la pantalla. Permíteme ir a la casa por algunas cosas y dejar organizado el trabajo pendiente, respondí. Sí, por supuesto, pero que te pongan una vía en la mano mientras van gestionando tu internación. Y no manejes, agregó.

 

El neurólogo confirmó la sospecha del doctor Del Castillo: Síndrome de Ménière.

 

“Es un trastorno del oído interno que afecta el equilibrio y la audición […] El oído interno contiene tubos llenos de líquido llamados laberintos. Estos tubos, junto con un nervio en el cráneo (nervio vestibular), le ayudan a interpretar la posición del cuerpo y a mantener el equilibrio”.

 

Las causas del síndrome pueden ser varias. En mi caso, el antecedente familiar está en mi mamá: desde que la recuerdo, sufrió de laberintitis. Y, además, aquel era un momento de estrés que, aunque productivo, igualmente era ESTRÉS.

 

“Los ataques o episodios de la enfermedad de Ménière a menudo comienzan sin aviso. Pueden ocurrir diariamente o apenas una vez al año. La gravedad de cada episodio puede variar […] El vértigo intenso es el síntoma que causa más problemas”.

 

Sentía que mi cerebro no tenía centro, eje; y que mi cuerpo se iba hacia la derecha cuando caminaba. Una mañana, yendo por Av. La Paz en Miraflores, mi brazo derecho se arañó con el roce de una pared de ladrillos. Debo haber hecho algún “quite de pelo” sin darme cuenta y vino del desequilibrio acompañado del arañazo. Los síntomas empeoran con el movimiento brusco y repentino.

 

Dos días y dos noches en la clínica y sin visitas. El médico me dio de alta con receta y recomendaciones. Me fui contenta porque el único inconveniente de salud era Ménière.

 

Han pasado 8 años de aquello y puedo decir que a Ménière lo tengo controlado. Supongo que se debe al estilo de vida que NO me costó adoptar porque fue voluntario.

 

Soy vegetariana y he aprendido a cocinar delicias simples y nutritivas. Me levanto muy temprano, antes de que amanezca. La lectura y la escritura, mi placer y mi medio de vida, son una meditación estupenda en el silencio absoluto (las teclas de mi compu son una especie rara de mantra). Las tres comidas principales son sagradas y siempre en el mismo horario (en el medio de ellas, como fruta o un postre). Hago siesta. Me acuesto temprano y en un par de horas como máximo ya estoy dormida. Todos los días, después de levantarme y antes de ir a la cama, hago el estiramiento básico del yoga, las veces que sienta que lo necesito.

 

Cuando Ménière me visita, un par de veces al año como mucho, pido que me hagan masajes en el cuello y se me pasa.

 

El cuerpo habla. Es fundamental aprender a escucharlo y a hacerle caso.

 

 

Citas tomadas de: <https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/000702.htm>

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