EL VIRUS DE LA GRIPE COMÚN

 

La gripe es una enfermedad producida por virus. El virus gripal es uno de los más estudiados; se trata de un mixovirus esférico rodeado de múltiples espículas o espinillas en la superficie del cual se han distinguido tres cepas principales, denominadas A, B y C.

 

Sus mutaciones anuales reciben el nombre del lugar donde aparecieron por primera vez de forma epidémica (Pekín, Bangkok, Shanghai), el virus más frecuente hoy en día es la denominada gripe asiática (del tipo A). La característica principal de este mixovirus es su alta capacidad de mutación (especialmente en las cepas del tipo A), de forma que cada año van variando. En ciertos casos, se da una mutación importante de su estructura genética y se produce una pandemia (una gran epidemia que puede afectar hasta a una de cada cuatro personas).

 

Su contagio se produce a través de las gotitas de flügge, que se expelen al toser y al respirar de forma que se expande enormemente en lugares cerrados y con masificación de gente.

 

La gripe suele tener una aparición brusca con fiebre alta, dolor de cabeza, dolor muscular intenso y gran postración, que obliga generalmente a guardar cama. En su presentación más frecuente da síntomas respiratorios con estornudos, lagrimeo, ardor y dolor de garganta y tos usualmente seca. Pero no siempre los síntomas son respiratorios, en otras ocasiones son abdominales, con vómitos, dolor de barriga e incluso diarrea. La duración es variable, pero como bien indica el dicho popular, con medicamentos suele durar una semana y sin ellos, siete días; aunque ésta es su duración más usual, puede variar entre cinco y quince días.

 

El problema principal de la gripe es la sobreinfección por otros microorganismos que puede dar lugar a una neumonía.

 

En personas ancianas y con problemas previos importantes de bronquitis crónica, puede también producir episodios de ahogo. Sin embargo, con un control de la evolución, en la gran mayoría de los casos no tienen por qué producirse estas complicaciones.

 

Resfriado o catarro

El término catarro se usa muchas veces de manera equivocada, ya que se asocia a un catarro respiratorio. El término se refiere a la inflamación de las mucosas, de manera que con este término también podemos referirnos a un catarro de la mucosa vaginal o de la vejiga urinaria. En el proceso catarral la mucosa se encuentra inflamada y produce secreción de moco. Se trata de un proceso frecuente en todas las edades, pero especialmente en la infancia.

 

El resfriado común a diferencia de la gripe, se produce por la acción de numerosos virus diferentes, como por ejemplo los rinovirus (“rinos”, “nariz”), los corizavirus (“Coriza”, inflamación de la nariz) los reovirus (de REO, iniciales de Respiratory Orphan Virus o virus huérfanos respiratorios), el virus sincitial respiratorio, los virus para influenza, numerosos grupos de adenovirus, etc. Existen centenares de virus diferentes que pueden producir un cuadro común, por lo que la elaboración de una vacuna eficaz para suprimir el resfriado sea una labor imposible, ya que tendrían que compendiarse por lo menos doscientas vacunas en una. La mayoría de estos virus son habitantes más o menos comunes de la faringe, la boca y el sistema digestivo.

 

El resfriado común es una enfermedad auto limitada, sin más problema que la molestia que pueda producir. Por lo general suele ser tan leve que pasa sin ser necesario guardar cama. Los síntomas más frecuentes son faringitis, irritación nasal, producción de mocos, tos más o menos discreta y en algunos casos un poco de fiebre.

 

Al igual que muchas enfermedades producidas por virus, no es infrecuente padecer el conocido “trancazo” que cursa con dolor muscular y dolor de cabeza. A diferencia de la gripe, en el resfriado común el dolor de cabeza suele deberse más a la congestión nasal y de los senos craneales que a la acción directa del virus, como parece ser en el caso de la gripe.

 

Prevención

Tomar vitamina C. El consumo habitual de frutas, plantas medicinales ricas en vitamina C, y en menor medida, el consumo de verduras crudas de la estación, es fundamental para la prevención de las afecciones de las vías respiratorias altas.

 

Tener hábitos dietéticos correctos. Se debe llevar una alimentación equilibrada; una alimentación pobre en vitaminas y minerales, y excesivamente rica en féculas refinadas, lácteos y azúcares es nociva y estimula la formación de mucosidades internas, que se eliminan en forma de mocos principal mecanismo depurativo de las vías respiratorias altas.

 

Eliminar el tabaco. El tabaquismo es uno de los principales causantes de la fragilidad respiratoria. Los grandes fumadores prácticamente tienen tos y presentan una mayor posibilidad de padecer complicaciones graves. Estos problemas no solo afectan al que fuma, sino también a los que conviven con él, los fumadores pasivos. Se ha comprobado que los hijos de padres fumadores padecen con mucha mayor frecuencia procesos respiratorios y de la mucosa bucofaríngea y auditiva. El humo del tabaco, aparte de irritar los bronquios, afecta a los linfocitos presentes en la mucosa bronquial, que son los encargados de eliminar las bacterias y microorganismos nocivos.

 

Evitar los contaminantes urbanos. La mayoría de contaminantes que pululan especialmente en el medio ambiente urbano, el famoso smog de las grandes ciudades, generado por los gases despedidos de las fábricas, los motores de los automóviles, etc., irritan las vías respiratorias. Ante este problema, las personas deberían tratar de salir de las ciudades al campo para respirar aire puro y así revitalizar sus pulmones.

 

Aire acondicionado. El acondicionamiento del aire no solo consiste en enfriar el ambiente, sino también en calentarlo, haciendo pasar el aire a través de unos filtros. Si no existe un buen sistema de conservación -que no es lo más usual – puede convertirse en el caldo de cultivo ideal para numerosos microorganismos respiratorios. La temida y peligrosísima legionela suele darse por contaminación de los grandes sistemas de aire acondicionado. Otros problemas del aire acondicionado en verano son las faringitis secas. El frío, la sequedad y la excesiva carga de iones positivos que comporta el uso del aire acondicionado irritan considerablemente las mucosas. Pocos aparatos de aire acondicionado van acompañados de electroionizadores negativos para regular la carga de aire.

 

Evitar los cambios bruscos de temperatura. El exceso de abrigo es tan malo como su escasez. Debemos encontrar el punto justo y llevar ropa interior que facilite la transpiración (de algodón o lana). Si salimos de un ambiente caliente a uno frío o viceversa, debemos desprendernos de las prendas de vestir o abrigarnos según sea el caso, para evitar cambios bruscos de temperatura.

 

Evitar o reducir las posibilidades de contagio. Evitar el contagio es prácticamente imposible cuando los microbios están ampliamente difundidos. Además los virus de la gripe o el resfriado pueden sobrevivir mucho tiempo en el medio ambiente. Pero podemos reducir las posibilidades de contagio como por ejemplo, cubriéndonos la boca al toser cuando estamos resfriados; airear las habitaciones de nuestra casa y de nuestro lugar de labores o estudios. Que corra aire limpio es esencial para reducir la posible carga infecciosa del medio ambiente. Otra costumbre saludable es lavarnos las manos con mayor frecuencia; recordemos que los microbios pueden localizarse en los tiradores de puertas, barandas, etc, por donde las personas pasan sus manos después de haberse tapado con ellas la tos o un estornudo.

 

Dormir y descansar bien. El reposo adecuado es un buen sistema de prevención de las afecciones respiratorias (y de las enfermedades en general. El Dr. Ferini de Milán comprobó que durante las dos o tres primeras horas de reposo, en la fase no-REM de sueño profundo, el cerebro libera neuromediadores que estimulan la producción de una sustancia denominada interleukina I, una molécula que estimula la respuesta defensiva. De esta manera se explica por qué el que duerme poco y mal enferma con más facilidad.

 

Evitar el estrés. El estrés también reduce la respuesta inmunológica porque generalmente va acompañado de insomnio. Cuando una persona está en estado de estrés, aumenta la producción de adrenalina y de cortisol, y este aumento a la larga provoca una reducción de la capacidad defensiva del organismo, que puede comprobarse en la disminución de algunos tipos de linfocitos (células claves del sistema inmunitario). Se recomienda contrarrestar los efectos el estrés con actividades placenteras que estimulen la secreción de endorfinas (denominadas “hormonas del placer”) que parecen favorecer la respuesta inmunitaria.

 

Prevenir recaídas. Ya se ha mencionado que uno de los problemas más frecuentes en estas enfermedades son las sobreinfecciones y las recaídas. Pero estas complicaciones son mucho más frecuentes si nos maltratamos cuando las padecemos. Si nos encontramos mal lo mejor es meternos a la cama y reposar en lugar de tomar medicamentos para anular los síntomas. Hay que tener en cuenta que a pesar de que los síntomas de la afección respiratoria desaparecen rápidamente con medicación, hay que esperar entre ocho y diez días para considerar el problema curado.

 

No tratar sistemáticamente con antibióticos. Los antibióticos no son útiles contra las enfermedades víricas (salvo el caso de las anginas con pus o las complicaciones graves de la gripe) y a veces son incluso contraproducentes, ya que debilitan e sistema inmunitario y pueden agravar el cuadro vírico y abrir el campo para una nueva infección o una recaída.

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