HIPERTENSIÓN El enemigo silencioso

 

El exceso de sal no es el único culpable de que la presión arterial se eleve. Existen otros factores que favorecen su aparición. Aprende las claves para mantenerla bajo control.

 

El factor emocional debe tenerse en cuenta. Es sabido que el mero hecho de colocarse delante de un tensiómetro puede subir algún punto, pero de modo especial las personas con ansiedad, depresión o factores relevantes de estrés pueden modificar la lectura de la tensión arterial y esta lectura adulterada debe tenerse en cuenta. Recordemos que la presión arterial es la fuerza o presión que lleva la sangre a todas las partes del cuerpo y, cuando se mantiene elevada durante muchos meses o años, puede ocasionar daños en nuestros órganos internos.

 

CONSEJOS PARA UNA MEDICION CORRECTA

La presión sanguínea presenta dos valores: sistólico y diastólico, que miden la presión durante la fase de sístole cardiaca (o expulsión) y la diastólica (o dilatación). Son los que se conocen como máxima o mínima, respectivamente. Como la medición se efectúa con columna de mercurio, las numeraciones indicarán su altura en milímetros. Por ejemplo, 140-90 (o 14 - 9) representa 140 mm de sistólica y 90 mm de diastólica.

 

Antes de tomarse la tensión es importante tomar en cuenta los siguientes consejos:

 

1. Relájate. Si has hecho ejercicio, comido demasiado o te has enfadado, puede producirse una tensión más alta de lo habitual. Las emociones también influyen: muchos tienen la tensión de la “bata blanca”, porque al ver al médico se preocupan.

2. Quítate cualquier prenda que apriete el brazo: pondría falsear los datos.

3. Coloca el aparato de medición a la altura del corazón, pre-feriblemente en el brazo derecho, y permanece sentado.

4. Comprueba que la parte lectora del manguito esté bien situada en la parte interna del hueco anterior del codo.

5. Si la tensión es anómala, fuera de lo habitual, haz dos o tres determinaciones, repitiendo el proceso en ambos brazos para confirmar que la medición es correcta.

 

Para tomarse la tensión existen muchos aparatos y el más preciso sigue siendo el clásico tensiómetro de columna de mercurio. Sin embargo, se imponen cada vez más los aparatos electrónicos con manguito autohinchable. Son algo menos fiables pero mucho más cómodos de usar en casa; lo hacen todo y conservan los datos de anteriores mediciones.

 

El sedentarismo, una dieta rica en grasas y proteínas, la obesidad, la edad avanzada y la genética son algunos de los factores que pueden aumentar la tensión arterial. Mantenerla dentro de los niveles adecuados es fundamental para disfrutar de buena salud.

 

Se considera que existe hipertensión cuando las cifras tensionales se mantienen de manera regular por encima de 150 de máxima (sistólica) y 90 de mínima (diastólica).

 

Aunque las dos cifras son necesarias para evaluar una hipertensión, la diastólica tiene más importancia en el desarrollo de complicaciones crónicas a largo plazo, mientras que las elevaciones de la sistólica tienen una gran responsabilidad en el desencadenamiento de los problemas gra-ves de la hipertensión, como hemorragias o embolias. Esta diferencia, sin embargo, es muy teórica, ya que cuando existe una hipertensión suelen subir ambas.

 

Existen dos tipos de hipertensión. Nueve de cada diez hipertensos padecen hipertensión esencial, lo que quiere decir que no existe una causa específica orgánica que la provoque. Existen factores desencadenantes, como la obesidad, el consumo de sal, el sedentarismo y sobre todo la condición genética. Es más frecuente cuando hay familiares que la padecen o la padecieron.

 

En cambio, solo una de cada diez personas con hipertensión padece la denominada hipertensión secundaria, que se debe a una enfermedad orgánica específica. Lo más frecuente es que sea de origen renal, aunque también puede deberse a una alteración de las glándulas suprarrenales u otras hormonas.

 

¿TENGO HIPERTENSIÓN?

Existen numerosos síntomas que pueden ser desencadenados por la hipertensión; sin embargo, no hay que fiarse, ya que muchas veces las crisis hipertensivas no presentan ningún síntoma, y muchas personas que han padecido alguna piensan que solo tienen hipertensión si se sienten mal. Estos son algunos de los posibles síntomas:

 

Dolor de cabeza. Muchas veces localizado en la coronilla, suele ser peor por la mañana y mejorar poco a poco a lo largo del día. A veces no se siente como dolor, sino como la sensación de tener una boina, o pesadez en la cabeza.

 

Inestabilidad. A veces, sentida como mareo, como estar “ido” o despistado; otras, se escucha como si pasara agua por el oído.

 

Fotopsias. Con este nombre complicado se denomina la presencia de luces o moscas en la vista.

 

Hemorragias. Es lógico que un aumento de la tensión en las "cañerías” produzca escapes. De hecho, uno de los riesgos más graves de la hipertensión es la hemorragia cerebral, aunque por lo general suelen producirse antes pequeñas hemorragias significativas, como las hemorra-gias nasales o de la conjuntiva ocular. No es extraño tampoco encontrar sangre en la orina, a veces microscópica (que no se ve), y otras macroscópica (en cuyo caso se tiñe de rojo o rosado la orina).

 

 

LA CLAVE: LA ALIMENTACIÓN

La llamada dieta estándar occidental, caracterizada por ser pobre en fibra y excesiva en proteínas, grasas saturadas o modificadas y sal, es nociva en el desarrollo de la hipertensión. Existen algunos consejos dietéticos básicos para prevenir y controlar la hipertensión:

 

Reduce el consumo de azúcar. Sobre todo de la blanca. El azúcar integral o de caña tampoco conviene, pero se puede consumir en cantidades moderadas. Es mejor optar por miel o melaza, aunque al tratarse de alimentos muy energéticos no deberá abusarse, especialmente en caso de sobrepeso u obesidad. El azúcar estimula la retención de sodio, y ejerce un efecto directo sobre las hormonas del estrés.

 

Aumenta la proporción de grasas poliinsaturadas. Más grasas vegetales y menos grasas animales es la fórmula. El consumo de grasas se ha de reducir en general, pero el de aceites vírgenes, frutos secos y palta han de prevalecer sobre el de las grasas de origen animal como las de mantequilla, quesos y embutidos. Conviene aumentar los alimentos ricos en omega 3 y omega 6, como los frutos secos.

 

Elimina las grasas trans. Presentes en margarinas o grasas hidrogenadas. Se usan en numerosos productos envasados y no tienen colesterol, por lo que durante años se han recomendado como comple-mento dietético para el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares, pero hoy en día se sabe que son nocivas, que a pesar de no tener colesterol lo suben, y que fomentan la arterioesclerosis y el endurecimiento arterial que causan la hipertensión.

 

Reduce la sal (sodio). Es lo primero que se recomienda controlar, pues la célula dispone de un mecanismo llamado “bomba de sodio” muy importante para el metabolismo celular y el desarrollo de la hipertensión. Muchos de los fármacos diuréticos usados para tratarla tienen la función de eliminar el exceso de sodio del cuerpo. A menor consumo de sal, menor necesidad de diuréticos y otra medicación antihipertensiva. Pero el sodio no solo está en la sal, sino en muchos otros productos como el bicarbonato de sodio o el glutamato mono sódico, usado como potenciador del sabor en productos preparados y cubitos de caldo vegetal.

 

Hay que ser cuidadosos al leer la etiqueta de los productos envasados a fin de no consumir sodio sin saberlo. Los alimentos animales, aunque sean sin sal, contienen bastante, los embutidos especialmente, no solo por la que contienen sino por las sales nitrificantes que se les añade para su conservación. Las anchoas, el caviar y los pescados azules conservados en sal deben reducirse, y también los aderezos y salsas como el kétchup; o el propionato de sodio de las levaduras artificiales y el queso fundido; o el fosfato sódico de muchos refrescos.

 

Aumenta el potasio en tu dieta. Mientras que la célula humana tiene la bomba de sodio, en la vegetal existe la bomba de potasio. El sodio de los alimentos animales se puede compensar con el potasio de los vegetales. Plátanos, uvas, naranjas y otros cítricos son algunos de los alimentos más ricos en potasio; también lo contienen muchos cereales, verduras, hortalizas y frutas. Si se toma medicación diurética para la hipertensión, puede existir déficit de potasio, entonces, estos alimentos deben consumirse con mayor frecuencia.

 

Ingiere alimentos alcalinizantes. Los caldos vegetales con apio y cebolla pueden tener un elevado efecto alcalinizante; también los jugos de frutas y verduras como el de apio recién licuado.

 

Reduce la cafeína. Especialmente el café, pero también el té, el chocolate y las tisanas como la de romero.

 

Sigue una dieta hipocalórica. Si tienes sobrepeso u obesidad. El aumento de masa corporal no solo hace laborar más al corazón, que debe ejercer más presión para distribuir correctamente la sangre, sino que estimula la rigidez arterial, causa y consecuencia de la hipertensión.

 

CÓMO ACTUAR

Aunque existen numerosos tratamientos efectivos en el campo de la medicina alternativa, en los casos de hipertensión crónica es casi siempre necesario usar algún fármaco de síntesis para controlarla. No debemos cometer el error de no tratar correctamente una hipertensión, y el tratamiento correcto es aquel que mantiene la tensión arterial dentro de cifras aceptables, por debajo de 150 y 90 mm de mercurio de forma permanente. El mejor tratamiento es el efectivo, no el natural o el de síntesis; un mal tratamiento provoca riesgos importantes e innecesarios.

 

LOS ALIADOS NATURALES MÁS EFICACES CONTRA LA HIPERTENSION

Además de los cambios en la dieta, existen alimentos, plantas y suplementos que pueden ayudar a reducir eficazmente los niveles de tensión arterial.

 

Ajo. Puede ayudar a reducir en uno o dos puntos la tensión sistólica y diastólica. Numerosos estudios lo confirman. La dosis es uno o dos dientes de ajo al día o su dosis equivalente en suplemento (500 Mg).

 

Apio. Este excelente diurético ayuda a reducir la retención de líquidos que se produce con la hipertensión. Lo mejor es tomarlo en jugo, aunque también son útiles los caldos y la tisana de sus semillas o raíces.

 

Espino blanco. Es la planta más usada. Su toxicidad y efectos secundarios son casi nulos. Se puede tomar en infusión, o mejor aún, suplementarla con preparados en forma de gotas o comprimidos. Se toma tres veces al día. La dosis adecuada puede bajar uno o dos puntos la tensión.

 

Olivo. Las hojas de olivo son moderadamente diuréticas y bajan la tensión por su efecto en la relajación de la musculatura arterial. Son más útiles las de acebuches que las del olivo doméstico, pero su diferencia es mínima. Pueden utilizarse en infusión, ya que las hojas de olivo tienen oleoeuropeína, una sustancia que logra reducir la presión arterial al actuar como un potente vasodilatador periférico. Además, cuida el corazón debido a su acción antiarrítmica y es diurética (ayuda a evitar la retención de líquidos). Puede tomarse de una a tres tazas diarias de esta infusión. Se prepara con una cucharada sopera de hojas frescas de olivo por taza de agua caliente y se deja reposar unos minutos. También puede tomarse en extracto puro.

 

Pelo de choclo. Es un diurético excelente y ayuda a controlar la tensión. Sin embargo, es insuficiente por sí solo. Conviene mezclarlo con otras plantas de acción más anti hipertensiva, como las hojas de olivo o el espino blanco.

 

Magnesio. Conocido en el Perú como Magnesol, es útil como relajante vascular, por lo que puede ayudar a reducir la tensión de las arterias. Se necesita una dosis elevada durante un tiempo prolongado, a razón de 2 sachet diarios, en ayunas con jugo de naranja y al acostarse con limón. El potasio de la naranja controla la sal, el sodio, y el magnesio controla el calcio.

 

Caigua. El extracto de esta planta ha demostrado ser muy útil en los casos de hipertensión arterial asociado a un exceso de colesterol y diabetes principalmente. Se recomienda tomar el jugo de 6 caiguas en ayunas con extracto de piña.

 

Coenzima Q10. Tomar una cápsula de 100 mg al día es útil como preventivo de la hipertensión. La encontramos en las semillas de ajonjolí, germen de trigo, nueces y queso de soya (tofu).

 

Llevar un estilo integral de vida saludable ayuda a prevenir la mayor parte de las enfermedades, especialmente las cardiovasculares entre las cuales se encuentra la hipertensión.

 

 

ARTÍCULO PUBLICADO EN LA EDICIÓN 14.

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