CREAN ALIMENTOS CON BIORREACTORES

 

 

 

MÉXICO

El nuevo biorreactor diseñado en el ITESO por académicos del Departamento de Procesos Tecnológicos e Industriales (DPTI), después de poco más de un año de labores, ya ha solicitado su patente ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), debido a dos importantes adelantos que lo distinguen de los biorreactores comerciales.

 

Es un aparato cuyas características tienen un potencial para mejorar los procesos de la ingeniería de los alimentos, biotecnología, química, mecánica o ambiental, y lo más importante, disminuirá los residuos tóxicos para el medio ambiente que proceden de la industria láctea y cárnica.

 

El nuevo biorreactor diseñado "Tiene propelas (aspas mezcladoras) y cuenta con una configuración geométrica no convencional, pocas veces vista en la industria; fueron diseñadas para que a partir del efecto impulsor generado por su movimiento y a muy bajas revoluciones, exista un perfecto mezclado sin un excesivo consumo de energía", explicó Óscar Rojas, coordinador de la carrera de Ingeniería de Alimentos y uno de los tres responsables del proyecto, junto con Cristóbal Camarena y Carlos González, sus homólogos de Ingeniería en Biotecnología e Ingeniería Química del ITESO, respectivamente.

 

"De esta manera se pueden mantener las mismas velocidades de transferencia de masa y calor en el sistema y obtener mejores resultados en comparación con los sistemas convencionales o comerciales. Lo que hace nuestro estómago son movimientos peristálticos irregulares, y este aparato los simula", añadió Rojas.

 

Un punto importante de cualquier biorreactor de laboratorio es que sus resultados deben ser escalables, es decir, deben reproducirse en grandes cantidades, tal como sucede con el del ITESO, cuya capacidad es de 100 litros, pero su tecnología podría emplearse por cualquier empresa que desee hacerlo de mil o 10 mil litros.

 

"Es un sistema de agitación novedoso que reduce el consumo energético y aumenta de manera eficiente, con menos velocidad, la agitación y el mezclado", añade Camarena.

 

La clave está en la velocidad con que giran las propelas. Las del biorreactor del ITESO se mueven a 40 revoluciones por minuto, mucho menos que las de los aparatos comerciales que suelen inhibir el crecimiento de las células.

 

"El nuestro tiene el mismo mezclado aunque a menor velocidad, es mucho más suave y, sobre todo, simula o asemeja lo que sucede en nuestros intestinos", refiere el coordinador de Ingeniería en Biotecnología.

 

"Estamos atacando dos problemáticas: la cuestión alimenticia y la medio ambiental", comenta Camarena. "Este equipo sirve para cultivar células y permitirá hacer pruebas que en un momento dado servirán para incluir estos microbios producidos aquí dentro de alimentos, y al hacerlo podremos crear un mejor alimento".

 

Cuando la industria láctea elabora sus productos desperdicia mucho suero lácteo repleto de lactosa, el cual, al ser vertido de manera inadecuada a un cuerpo de agua (ríos o lagos) afecta a la flora y la fauna. "Este biorreactor podría ayudar a generar suero lácteo con alrededor de 80 por ciento menos lactosa, es decir, un 80 por ciento menos de daño al ecosistema", señala Rojas.

 

"Las empresas podrían obtener un producto de valor agregado, los lactobacilos, los cuales se pueden utilizar para elaborar nuevos productos (alimentos funcionales, por ejemplo) o para revenderlos, además de generar desechos menos nocivos".

 

El biorreactor del ITESO permitirá hacer pruebas para cultivar microorganismos probióticos que ayudan a prevenir enfermedades y fortalecen el sistema inmunitario, micro algas; producir proteínas terapéuticas, bacterias que degraden petróleo, hormonas humanas para tratar ciertos tipos de cáncer o enzimas que ayuden a tratar residuos industriales para luego elaborar biocombustibles.

 

"Las posibilidades de adquisición de microorganismos son muy grandes con este biorreactor", subrayó el coordinador de Ingeniería de Alimentos del ITESO.

 

 

FINLANDIA

Este año (2018) Finlandia logró por primera vez producir proteínas lácteas en un biorreactor utilizando microbios.

 

Este biorreactor fue inventado por los científicos del Centro de Investigación Tecnológica (VTT, por sus siglas en finlandés) en la ciudad finlandesa de Espoo. Con los biorreactores, la comida se puede obtener en cualquier lugar: en el desierto o en una gran ciudad.

 

Actualmente, los laboratorios de investigación y nuevas empresas especializadas en la industria alimentaria de todo el mundo están desarrollando nuevas tecnologías y productos: carne derivada de células madre, sustituto de la carne tradicional, o alimentos obtenidos con la ayuda de gérmenes que se encuentran en el aire.

 

El científico finlandés Lauri Reuter, doctor en biotecnología, participa en el proceso de creación de una “olla mágica” que no deje de producir comida con el grupo de biotecnología vegetal del VTT.

 

Reuter explicó a YLE que en el futuro, el consumidor podrá cultivar tejidos comestibles de forma independiente en un pequeño reactor doméstico. Ahora, en los laboratorios del VTT ya se están produciendo bayas celulares. Por supuesto, por ahora no tienen la estructura tradicional de las bayas y se asemejan más a un “flan”.

 

En los laboratorios del VTT lograron obtener leche en polvo y clara de huevo de la misma forma. Se cree que estos logros se utilizarán activamente en la producción de alimentos de nueva generación.

 

El proceso, según explicó Reuter es el siguiente: se toma información genética de una gallina y se obtiene la proteína, luego esta se le agrega al microbio, que después de un tiempo comienza a producirla.

 

La compañía finlandesa Solar Foods planea comenzar la producción industrial de polvo con proteínas a principios de la década de 2020. El objetivo de la empresa es garantizar que el impacto del producto en el medio ambiente sea de 10 a 100 veces menor que el de los productos cárnicos o sus sustitutos.

 

Una orientación muy prometedora de desarrollo de productos artificiales es la sustitución de la carne. De acuerdo al inventor de carne artificial, el profesor de la Universidad de Maastricht Mark Post, la humanidad nunca abandonará el sabor de la carne. El primer bistec obtenido en el laboratorio de células madre se probó por primera vez en Londres en 2013.

 

Las células madre no comen heno y no emiten metano a la atmósfera. Se cultivan en un tubo de ensayo, proporcionando a las células suficiente oxígeno. Al principio se cultivaban a partir de la sangre del ganado, pero ahora es posible hacerlo de una solución sintética, de modo que para crear carne no se necesitan animales vivos.

 

Lo importante aquí es que se preservarán los bosques, el agua y la tierra cultivable, mientras que la emisión de gases de efecto invernadero disminuirá.

 

Los biorreactores no influyen en la naturaleza circundante ya que funcionan sin desperdicios.

 

Las plantas reciben alimentación del aire. Obtienen dióxido de carbono y nitrógeno del aire y utilizan la energía del sol para producir proteínas. Los gérmenes hacen lo mismo. La diferencia radica en el hecho de que las plantas necesitan suelo fértil y dependen de la estación y las condiciones climáticas.

 

Lauri Reuter señala que el campo no es más natural que un biorreactor. Después de todo, también fue creado por el ser humano: "Cuando hace unos 10.000 años comenzamos a cultivar la tierra, creamos un grupo absolutamente nuevo de plantas: cultivos agrícolas. No había zanahorias, ni col, ni maíz, ni trigo en la naturaleza".

 

 

Probablemente, en 20 años, estas tecnologías se consideren absolutamente naturales.

 

 

Fuentes: www.iteso.mx

mundo.sputniknews.com

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