CONOCIENDO A NUESTRO NIÑO INTERIOR

 

Todos, de una manera u otra, hemos tenido heridas emocionales que, aunque a veces no nos demos cuenta, siguen afectando a nuestra vida de adultos. Por ello, parte de la sanación y del equilibrio en nuestra vida, tiene que ver con la comunicación y el amor hacia nuestro niño o niña interior, ya que este niño simboliza a nuestra parte emocional.

 

Jesús dijo: "Dejad que los niños vengan a mí porque de ellos es el reino de los cielos". Estas palabras de el Salvador, no solo se refieren a los pequeños, sino también a las personas que no olvidan su lado tierno y espiritual, de cuando se impresionaban fácilmente ante cualquier cosa y agradecían felices por recibir hasta un diminuto caramelo; es decir, aquí también están incluidas aquellas personas que dejan emerger a su niño interno, aquél que admira las cosas sencillas. Según la psicóloga Louise Hay, y muchos otros terapeutas, casi todas nuestras creencias y patrones de comportamiento, tanto negativos como positivos, los aceptamos cuando teníamos entre 3 y 5 años.

 

A partir de entonces, nuestras experiencias se han basado en lo que aceptamos como verdad desde aquella época de nuestra vida. Por ejemplo, si hemos crecido en un hogar "disfuncional", donde nos criticaban constantemente o nos exigían perfección, donde existía falta de amor y de cariño, lo más seguro es que actualmente continuemos tratándonos del mismo modo, minando así nuestra autoestima y energía. Imagínense a un niño pequeño que llega a su casa orgulloso del dibujo que ha realizado en la guardería y se lo enseña a sus padres. En el primer caso, los padres lo felicitan y le dicen que es un niño muy listo, creativo, habilidoso, etc. En el segundo caso, los padres le dicen que está fatal, que es torpe, que no sabe dibujar y que se sale de las líneas. Obviamente, en una familia donde al niño se le aprecia, se le estimula a crecer y a apren-der y se le dan muestras de amor, el niño florecerá. Sin embargo, un niño al que se le critica constantemente, o se le retira el afecto si no lo hace todo bien, se retraerá y dejará de intentar aprender, crecer y se volverá un perfeccionista, sufriendo constantemente porque nunca estará satisfecho con los resultados.

 

Ahora bien, lo que nos hicieron en el pasado no lo podemos controlar. Lo que sí podemos hacer es tomar nuestro poder aquí y ahora, y dejar de tratar a nuestro niño como nos trataron a nosotros. En aquel entonces, no teníamos elección, pero ahora sí. El momento de poder es siempre el presente, y es muy triste y doloroso si continuamos criticándonos y maltratándonos. Así no hay forma de crecer, de amar, de ser los seres maravillosos que somos ni de dejar brillar nuestra luz.

 

Volver a establecer una relación con nuestro niño desde el amor y la comprensión es la mejor forma de sanar nuestra dañada autoestima. Es la única manera de realizar cambios positivos en nuestra vida: estableciendo relaciones sanas, cuidando nuestro cuerpo, laborando en algo que nos guste, siendo prósperos, amando incondicionalmente y llegando a sentirnos plenos y felices.

 

¿Qué es el niño interior?

Es el conjunto de todas nuestras potencialidades en estado puro; las mismas que nos permitirán atraer la realización en todas las áreas de la vida. Cuando ocurre que en una o varias áreas no conseguimos vivir plenamente, hablamos del Niño Interior Herido.

 

A continuación, expondremos las áreas y los casos más frecuentes de realización y herida.

 

Cuando ocurre que en una o en varias de estas áreas, no conseguimos vivir con plenitud, estamos ante un caso de Niño Interior Herido. Ocurre que la persona que tiene un Niño Interior Herido revive una y otra vez, los mismos sentimientos de amargura, vacío, desilusión, tristeza, rencor, miedos, desconfianza, etc. en el área o áreas que tiene afectadas. Tropieza una y otra vez con la misma piedra. La causa de que esto sea así, radica en las vivencias emocionales que tuvimos desde que fuimos concebidos en el vientre de nuestra madre hasta la edad de 9 o 12 años, -etapa en que pasamos de la mente concreta y auto centrada en el Yo, a la mente abstracta- en relación a las emociones que nos suscitaban nuestros padres y mentores; de modo que sin darnos cuenta, grabamos en el inconsciente sentimientos, actitudes, creencias, y en definitiva recuerdos, correspondientes a cada una de esas áreas.

 

Con el tiempo, esos recuerdos fueron generando la realidad en la que vivimos, y todo lo que nos ocurre en la actualidad, -hasta que uno no desaprende lo aprendido- consecuencia del modo en que sentimos, debían de ser nuestras emociones en cada una de esas áreas, que es lo que luego las personas que aparecen en nuestras vidas se encargan de actualizarnos.

 

En la medida que la persona pasa por el proceso de recuperación de su niño interior, deja de afectarle esas emociones, comienza a sanar en primer lugar la relación consigo mismo, y después con cada una de las personas que integran las áreas afectadas: parejas, padres, amistades, jefes, etc. Para ello aprende a hacerse cargo de lo que hasta ahora proyectaba en los demás, en vez de culpabilizarlos de su desgracia; aprende a ver qué es lo que le despiertan los demás y a sanar esa vieja espina que reaparece una y otra vez, aunque cambien las personas que las suscitan.

 

¿En qué consiste recuperar el niño interior?

El proceso es sencillo, pero requiere de tres aspectos fundamentales: disposición, voluntad y compromiso; es decir, que la persona desee sanarse y mejorar su vida. Sin estos ingredientes, ninguna terapia tendrá efectividad. El proceso consiste en reconocer y conectar las experiencias no deseadas de la actualidad, con las que vivió en el pasado, hacerlas conscientes, darse cuenta que son suyas, liberarlas, ponerse en el lugar del otro para cerrar asuntos pendientes, perdonarse y perdonar, reconciliarse, reparentalizar y consolidar vivencias sanas y plenas en el área que desea mejorar. Cuando el proceso tiene lugar, se consigue cambiar las emociones que antes eran causa de conflicto, y hasta las personas que eran foco de conflicto, pues cuando uno cambia internamente cambia lo que le rodea.

 

¿Para qué sirve este proceso?

Además de mejorar el área de nuestra vida que queremos sanar: pareja, familia, ocupación, relación personal consigo mismo, etc., la persona deja de tener los sentimientos que le atenazaban; desaparecen los enganches y mejoran las relaciones con los demás; comienza a recuperar su verdadera identidad, su autoestima, el encanto personal, la espontaneidad, y la salud en todos los aspectos de su vida; es capaz de sostenerse y nutrirse a sí misma, de modo que comienza a vivir plenamente y a atraer la prosperidad. El mundo se rinde a sus pies.

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