CUANDO LOS SERES QUERIDOS NO ESTÁN EN NAVIDAD

 

 

Debido a todo lo que implica, no sorprende que esta festividad esté afectivamente muy saturada, especialmente en lo que respecta al hecho de reunirse con la gente que uno quiere mucho. Con el paso de los años, algunos nos irán dejando, tendrán que viajar por estudios o por otras circunstancias, o simplemente el paso del tiempo se encargará de alejarlos de nuestro lado.

 

Es común oír a muchas personas lamentándose por estas ausencias, con mayor razón si las mismas se han dado recientemente. Los recuerdos vienen a la mente, imágenes, momentos agradables, asimismo, pensamientos melancólicos y nostálgicos. Analicemos con mayor profundidad cómo esta festividad puede movilizar tanto a algunas personas.

 

 

La Navidad y los afectos

Esta fecha va acompañada de muchos anhelos, expectativas y afectos. Se espera que sea un momento de gran unidad, es una oportunidad para juntar, generalmente, a un gran número de familiares que habitualmente no se frecuentan. Esto va asociado a los recuerdos, es decir, juntarme con estas personas no sólo va a ser agradable por el hecho en sí, sino también por todas las vivencias que disfrutamos juntos.

 

Esto funciona de la siguiente manera: cuando uno se reúne con una persona a la que estima, se activa cierto afecto hacia él o ella, acto seguido, este afecto va a propiciar la aparición de diversos recuerdos. Estas remembranzas serán agradables casi en su totalidad, ya que el tipo de recuerdo va muy asociado al tipo de emoción experimentada.

 

Dentro de esas memorias, es muy probable que aparezca la imagen de personas que no están presentes, y esta situación se genera una especie de quiebre en todo el ambiente de alegría, un importante gestor de parte de esa historia -tanto personal como grupal- está ausente.

 

Es natural que, bajo estas circunstancias, se dediquen algunos minutos para conversar acerca de aquel que está ausente, en ciertas situaciones pueden aparecer anécdotas agradables y divertidas, en otras, el ambiente puede adquirir un matiz más sombrío.

 

 

¿Qué se puede hacer frente a esta situación?

Previamente se mencionó algo que puede ser útil; el centrarse en recuerdos positivos de la persona que está ausente, de alguna manera contrarrestará la sensación de nostalgia y tristeza que puede acompañar estas situaciones.

 

Es inevitable mencionar el tema de la fe en un artículo que habla sobre una festividad cristiana. Las creencias religiosas nos ayudan a poder sobrellevar todo lo relacionado a la ausencia de las personas. Es decir, la idea de que aquellos que ya no están con nosotros han pasado a una vida llena de gratificaciones, felicidad y plenitud es una manera muy positiva de lidiar con este hecho. Esto también es útil al momento de afrontar la distancia física de alguien que ha tenido que viajar, ya que alguna razón positiva y beneficiosa puede estar detrás de esa transitoria separación, ciertos individuos encontrarán consuelo aceptando que aquello que sucede es la voluntad de Dios.

 

Otro punto a tener en cuenta y que puede ayudarnos es el referente a la libertad y a la transitoriedad. Con respecto a lo primero, será de gran apoyo aprender a aceptar y lidiar con la libertad del otro. Esto quiere decir que si un miembro de la familia decidió viajar para aprovechar alguna oportunidad académica o laboral, los demás, por más que sientan tristeza ante este evento, deben saber respetar esta decisión, ya que fue tomada ejerciendo su libertad. Por otro lado, en relación a la transitoriedad, la presencia de otra persona y también su existencia en este mundo son transitorias, esto significa que se pueden acabar.

 

Tomar conciencia de esto también será de utilidad para aprender a enfrentar las diversas ausencias.

 

Por último, no hay que dejar de lado las opciones que el mundo moderno y tecnológico en el que vivimos nos ofrece. Llamadas telefónicas, correos electrónicos, video llamadas, entre otras; son diversas alternativas que actualmente tenemos a la mano y tienen una gran ventaja, son en tiempo real. No son pocas las familias que en estas fechas hacen enlaces vía Skype para poder ver y escuchar a los que están lejos. Se trata de emplear la creatividad y darle uso a todos los recursos que tengamos a la mano.

 

 

El duelo

Mención aparte merece el duelo ya que en variadas ocasiones, cuando no ha finalizado, es el encargado de complicar más la aceptación a las ausencias que hemos venido revisando. Básicamente se trata del proceso de adaptación emocional a cualquier pérdida. En el caso de la época navideña, puede ser la distancia física o muerte de algún ser querido.

 

 

Elisabeth Kübler-Ross desarrolla cinco etapas de duelo, las cuales ampliaremos a continuación:

1. Negación: “Esto no está sucediendo”. La primera reacción de una persona ante cualquier tipo de pérdida es negar el evento, o simplemente no querer aceptarlo como algo real. El objetivo es postergar el impacto emocional que implica reconocer la situación en su totalidad, es un intento de amortiguar el choque producido.

 

2. Ira: “¿Por qué a mí? ¡No es justo!” La negación inicial es reemplazada por el sentimiento de ira o cólera, la cual puede tomar diversos matices, incluso el de la injusticia. Aparecen diversas quejas, nada parece ser adecuado y es criticable. Luego, pude surgir dolor, culpa o vergüenza; es una etapa difícil de manejar, especialmente por el entorno más inmediato de la persona.

 

3. Negociación: “Haré lo que sea por un par de años más.” Se crean intentos para intentar superar la pérdida, se establecen pactos con Dios o con la vida, se pretende una especie de restitución a cambio de buena conducta. Estos acuerdos suelen ser secretos y sólo quien los realiza tiene conciencia de ellos.

 

4. Depresión: “Estoy muy triste”, “¿de qué sirve hacer algo?” El individuo se siente muy triste, puede llegar a rechazar el contacto con los demás, no acepta visitas y pasa mucho tiempo llorando y lamentándose; a pesar de estas actitudes, es positivo darle la oportunidad de expresarse y que sienta constante apoyo y aceptación por parte de su entorno.

 

5. Aceptación: “Esto tiene que pasar, no hay solución, no puedo luchar contra la realidad, debería prepararme para esto.” La vida se va imponiendo, cada vez se siente menor necesidad de hablar del propio dolor, se ha tenido que renunciar a lo imposible. Generalmente llegar a esta etapa genera bastante agotamiento. Aparece la preparación para el futuro y el deseo de asumir nuevos retos.  

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