EL DESPERTAR DE LA MATERNIDAD UNIVERSAL

 

 

 

Durante mucho tiempo existió una idea generalizada de que las mujeres y la cultura de su entorno despertarán gracias a la educación y al desarrollo del materialismo, pero el tiempo nos ha demostrado que se trata de una visión muy limitada. Solo cuando las mujeres asimilen totalmente la sabiduría eterna de la espiritualidad, además de recibir una educación moderna, se despertará en ellas el poder innato que poseen y se forjará el gran cambio.

 

Esa fuerza activadora de los cambios yace innata en cada mujer, la fuerza incomparable de la cualidad maternal, en su poder de crear y dar vida que dibuja en su entorno otras cualidades como el amor, la empatía, la abnegación y la paciencia. Este verdadero poder puede ayudarle a plasmar un cambio en la sociedad mucho más significativo del que pueden realizar los hombres.

 

Las ideas anticuadas y paralizantes que se asentaron en el pasado, impidieron que la mujer alcanzara ese poder que viene del espíritu divino. Fueron sombras que aún persiguen a la mujer, generando miedo e inseguridad en su interior, pero son simples ilusiones que ellas tienen que olvidar. Las limitaciones que la mujer piensa que tiene no son reales. Necesita hacer un esfuerzo para eliminar esas limitaciones imaginarias. En realidad, ya poseen ese poder, y cuando ese poder despierte en su máxima expresión, nadie podrá detener su marcha hacia delante, en todos los ámbitos de la vida.

 

Los hombres, normalmente, creen en el poder de la fuerza. A nivel superficial, ven a las mujeres como madres, esposas, hijas o hermanas, pero no se puede ocultar que, a un nivel más profundo, los hombres aún muestran una gran resistencia cuando se trata de entender, aceptar y reconocer adecuadamente a la mujer y el aspecto femenino de la vida.

 

Una enseñanza de la India narra una historia de la disimulo y desprecio por miedo o ignorancia de ese gran poder femenino:

 

En una aldea vivía una mujer que era muy espiritual y se sentía inmensamente feliz al ayudar a los demás. Los sacerdotes de la aldea la nombraron sacerdotisa, pero como era la primera mujer de toda la región designada para este cargo, a muchos sacerdotes no les gustó nada la idea de su nombramiento. Algunos sacerdotes sintieron celos por la gran compasión, humildad y sabiduría que muchas personas del pueblo apreciaban en ella.

 

Un día, se celebró un encuentro religioso en una isla de la región y fueron invitados todos los sacerdotes. La isla se encontraba a tres horas de viaje en barca desde la aldea. Cuando subieron a la barca, los sacerdotes descubrieron consternados que la sacerdotisa ya se encontraba a bordo. Susurraron entre ellos: ¡Qué desdicha, ni siquiera en esta ocasión nos deja solos! La barca arrancó, pero no había transcurrido ni una hora, cuando el motor se paró y la barca se detuvo. El capitán exclamó: "¡Oh, no! ¡Estamos perdidos, me olvidé de llenar el depósito!" Nadie supo qué hacer. No había ninguna otra barca a la vista. En ese momento, la sacerdotisa se levantó y dijo: "No os preocupéis hermanos, iré en busca de gasolina." Dicho y hecho, saltó del bote y caminó sobre las aguas. Los sacerdotes se quedaron asombrados, pero no tardaron en decir: "¡Mírenla, si ni siquiera sabe nadar!"

 

En la antigua India, las palabras sánscritas que utilizaba el marido para referirse a su esposa eran Pathni, (la que guía al esposo a través de la vida) Dharmapathni, (la que guía a su esposo por la senda del dharma, de lo recto, de la responsabilidad), y sahadharmacharin (la que avanza junto con su esposo por la senda del dharma). El empleo de estos términos implica que las mujeres gozaban del mismo status que el hombre o quizás, incluso, de uno más elevado. La vida conyugal era considerada sagrada, y si se vivía con la correcta actitud y comprensión, apoyándose mutuamente, podían alcanzar la meta final de la vida: la Auto Realización o la Realización en Dios

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