EL DÍA Y LA NOCHE

 

La naturaleza se manifiesta de muchas maneras: mediante el buen tiempo, la lluvia, la niebla, la nieve…La sucesión de estaciones – primavera, verano, otoño e invierno – y los cambios que ello comporta, son como un lenguaje que hay que descifrar.

 

Existe el día y la noche, la actividad y el reposo, la vigilia y el sueño; en todos los ámbitos encontramos las mismas alternancias. El día no representa otra cosa que la actividad, y la noche el reposo.  Evidentemente, durante la noche, cuando dormimos, también realizamos un trabajo, pero se trata de un trabajo diferente que no tiene lugar en el consciente, sino en otra región que llamamos subconsciente.

 

Así pues, el día corresponde a la conciencia y la noche a la subconsciencia; el día es la vigilia, y la noche, el sueño; el día es la actividad, y la noche la pasividad. O bien el día es el consumo (porque la actividad supone un consumo) y la noche la recuperación, el restablecimiento. El consumo no puede durar mucho si no hay una recuperación, es decir, si no restablecemos nuestras fuerzas y recargamos nuestras baterías. Ahora bien, para recargarse hay que limpiarse y, precisamente, la actividad que realiza durante la noche el subconsciente está ligada a otras muchas, siendo la primera de todas ellas la limpieza: ciertos elementos perjudiciales y tóxicos desaparecen a fin de que las vías respiratorias, circulatorias y eliminatorias se liberen y todos los fluidos sanguíneos nerviosos, etc., puedan circular de nuevo.

 

El ser humano realiza un gasto considerable de material y energía para estar activo, consciente y vigilante. No pueden imaginarse la cantidad de energía que consume el cerebro para mantenerse consciente, así como para permanecer despierto, ¡la energía que precisa, es increíble! Si se agotan las fuerzas y los materiales que le permiten mantenerse despierto, el ser humano suele dormirse durante el día para poder recuperar lo que le falta, y a veces le basta dos o tres minutos para sentirse restablecido y con las baterías recargadas. Así se trabaja sin cesar con el día y la noche, con la actividad y el reposo, con la conciencia y la subconsciencia.

 

El día y la noche los encontramos en todas partes y en todos los ámbitos, bajo diferentes formas. ¿Qué son la primavera y el verano? El día. ¿Y el otoño y el invierno? La noche. De noche la naturaleza entra en reposo, acumulando nuevas fuerzas para que la primavera y el verano den otra vez sus frutos. Por este motivo, en los árboles y las plantas la actividad cambia según las estaciones.  Durante el otoño y el invierno, el trabajo tiene lugar en las raíces y se detiene en el tronco y en las ramas: el árbol no tiene hojas, flores, ni frutos. Corresponde al trabajo del subconsciente.  Mientras que durante la primavera y el verano, la actividad cobra fuerzas y se sitúa más arriba; lo que corresponde al trabajo del consciente.  Luego, una vez más, la actividad vuelve a descender y así sucesivamente.

 

Esta alternancia la encontramos en cada mes, en donde también encontramos el día y la noche: durante catorce días la luna crece, lo cual corresponde al día, y luego, durante los otros catorce días, la luna mengua, lo cual corresponde a la noche. Cuando la luna está creciente, la actividad se desplaza hacia lo alto, hacia el cerebro, y el ser humano puede permitirse el gastar y producir más, ser más activo y enérgico. Cuando la luna está menguante, la actividad se desplaza hacia el vientre, el estómago, y los órganos sexuales; en este momento el ser humano ya no es tan poderoso con su cerebro, pero es muy activo, muy poderoso en el subconsciente, es decir, es más sensual, come más, duerme más…

 

Así pues, un mes consta de quince días de claridad y quince de oscuridad. También en una jornada hay un día y una noche, e incluso en una hora encontramos el día y la noche.

 

El día es la vigilia, la actividad y el consumo de energía, pero de no existir la noche para prepararlo, aquél no existiría. Pongamos un ejemplo: ¿Qué es la gestación? Una noche. El niño pasa nueve meses en esta noche: no es consciente, no ve nada, y al mismo tiempo, tampoco a él le ve nadie, e incluso su propia madre apenas lo siente moverse. Como podemos comprobar, la existencia es una noche que dura nueve meses y un día que dura noventa años, y en el intervalo habrá otros días y otras noches. Naturalmente todo lo que acabamos de comentar hay que entenderlo simbólicamente.

 

En el Génesis está escrito: “Hubo una tarde y hubo una mañana: primer día…Hubo una tarde y un mañana: segundo día…” La tarde equivale a la noche y la mañana al día. ¿Por qué el Creador empezó por la noche? Porque no puede haber un día si antes no ha habido una noche. La noche prepara al día. El día no prepara nada, solo consume y malgasta lo que ha sido preparado y amasado durante la noche.

 

Antes de que aparezca el sol, la luna y las estrellas, se necesita una preparación en la oscuridad, en las tinieblas, en la noche. Según la ciencia iniciática, la noche prepara la llegada del día, y las tinieblas la de la luz. Observen al carbón: es negro, y esta oscuridad precede a la llama que brotará de él. Así pues, en primer lugar existen las tinieblas, y a través de ellas surgirá la luz, pues son aquéllas las que preparan el nacimiento de la luz.

 

Las tinieblas representan la materia desorganizada, el caos, el trabajo del subconsciente, antes de que surja algo en la conciencia bajo la forma de luz, comprensión, entendimiento. Hay que saber trabajar con estas nociones, y el mejor momento de hacerlo con el subconsciente es cuando el cielo está cubierto y no hay sol. Hay días que conseguirán tener éxito en su trabajo espiritual con el consciente y con el supra consciente porque el sol brilla y las condiciones atmosféricas y las corrientes electromagnéticas son favorables.  Sin embargo, cuando estas condiciones son diferentes, ya no podrán hacer el mismo trabajo, y entonces tendrán que cambiar de actividad. Y puesto que este tiempo nublado y pesado corresponde a la noche, deberán detener la actividad de su cerebro y descender al plexo solar.

 

El plexo solar es la sede del subconsciente, mientras que el cerebro lo es del consciente. El subconsciente está unido al cosmos, a la inmensidad, y representa el aspecto colectivo; por lo tanto, cuando se sumerjan en él, entrarán en la vida universal, en el océano de la vida universal, se unirán y se fusionarán con ella; a través del plexo solar vibrarán con la inmensidad. Y cuando quieran convertirse en un individuo consciente, libre y separado, asciendan de nuevo al cerebro. El cerebro individualiza a los seres humanos y el plexo solar los hace regresar a la colectividad; con el plexo solar hacen el trabajo correspondiente a la noche.

 

Durante el día se individualizan, se sienten completamente desligados de los demás, e incluso pueden llegar a oponerse a ellos, a combatirlos. Por el contrario, durante la noche ya no tienen vida individual, entran en la vida universal, en la vida cósmica y se funden con la inmensidad, extrayendo de ella fuerzas para restablecerse, exactamente como hacen los peces, que en los mares y en los océanos nadan y se nutren de materiales disueltos en ellos. Los seres humanos emergen y se sumergen en el océano cósmico, y esta alternativa es lo que llamamos el día y la noche, el consciente y el subconsciente, la vigilia y el sueño.


 

Extraído del libro “ Los secretos del libro de la naturaleza”

 Autor: Omraam Mikhaël Aïvanhov

Editado por Bien de Salud

con la autorización de Editorial Prosveta

www.prosveta.com

FRANCIA

 

05/01/2021

 

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