¿IMPORTA EL DINERO PARA SER FELIZ?

 

 

La consideración más popular respecto del rol que desempeña el dinero para alcanzar felicidad suele ser que este es innecesario para ser feliz.

 

Si tomamos en cuenta la cantidad frases y opiniones que circulan en la sociedad, entonces nos damos cuenta de que toda línea pronunciada parte de una perspectiva personal.

 

 

Aquello que se dice por ahí, ¿es cierto?, ¿es una opinión la verdad absoluta?

Nada de lo que pronunciamos es la verdad para todos. Lo más importante es que todo aquello que pronunciemos será la verdad para nosotros. Entonces, ¿es innecesario realmente el dinero para ser feliz?

 

La respuesta que Bien de Salud les ofrece en este artículo no es absoluta. Evidentemente, sería ingenuo pretender que existe una receta completa y específica para la felicidad. La felicidad, por tratarse propiamente de un proceso de asimilación interna, comprende las perspectivas personales.

 

En este artículo, vamos a desarrollar una pequeña evaluación del contexto global y qué puede provocar las ideas tanto positivas como negativas respecto de la relación del dinero y la felicidad.

 

 

¿Qué ventajas permite el dinero en el mundo moderno?

Indudablemente, el mundo globalizado del presente ha establecido un sistema económico que funciona de acuerdo a las bases capitalistas.

 

Incluso los países comunistas más destacados como China funcionan con una base de producción que contribuye intrínsecamente al capitalismo mundial.

 

Podemos apreciar que los países del mundo dan la impresión de funcionar como una enorme empresa en lugar de gobiernos. Las fronteras del planeta ya han sido trazadas y las leyes actuales son un tránsito sencillo entre naciones.

 

En este clima, los países solo pueden subsistir producto de una mega producción anual. Y, por este motivo, la sociedad provee con sus empleos la mano de obra necesaria para impulsar el crecimiento económico de cada país.

 

Con mano de obra no nos referimos únicamente a empleos y labores de construcción metropolitana sino también a aquellos que laboran en oficinas como administradores, abogados, políticos, entre otros. Todos estos empleos impulsan empresas y mueven la economía hacia adelante.

 

El problema es el siguiente: la vida se convierte en una rutina excesivamente rápida.

 

 

 

¿Se puede ser feliz viviendo una vida excesivamente acelerada?

La respuesta a esta interrogante depende de cierta forma en el caso particular de cada persona.

 

Existen personalidades que encuentran enorme provecho en tener un ritmo de vida activo donde siempre se mantengan ocupados. Sin embargo, un gran porcentaje de personas lamenta las circunstancias de vida que una jornada laboriosa provoca sobre sus vidas personales.

 

Al margen de aquellos que encuentran provecho en jornadas aceleradas y extensas y de quienes por el contrario no, no puede discutirse que una vida acelerada agota a la mayoría.

 

El cansancio es acaso la mayor consecuencia de una vida agitada. Arribar agotado a casa y ser incapaz de disfrutar un poco de tiempo personal o con la familia indudablemente produce estrés e irritación. Y no es necesario que analicemos con más detenimiento para comprender que el estrés conduce a la infelicidad y al desgano.

 

Entonces, la pregunta varía en este sentido. Si ya conocemos que la vida contemporánea demanda tiempo y energía elevada, la única solución para muchos es generar una gran cantidad de dinero.

 

 

 

 

La solución de los pocos privilegiados

Actualmente, las cifras de ingreso de ciertas personas son estratosféricas en comparación con los ingresos anuales del grueso de la población mundial.

 

En países como Estados Unidos, Alemania, Inglaterra y otros del primer mundo, un ingreso anual por encima de cincuenta millones de dólares recién se considera un ingreso millonario. Y ciertamente existen ciudadanos con sueldos de cinco a diez millones de dólares anuales que apenas son considerados personas bien acomodadas.

 

El ritmo de vida no solo ha aumentado, los precios para vivir también lo han hecho. La vida que muchos desean no tiene un precio barato. Para poder vivir en esa tranquilidad que hace posible el tiempo personal y familiar, las personas desarrollan planes de negocio, vida y ahorros. Ese espacio de los pocos privilegiados se ha convertido en un pequeño fragmento exclusivo de la población mundial.

 

Si esta es la solución para ser feliz, alcanzar cifras elevadas de dinero, ¿por qué entonces aún muchos de estos privilegiados sienten tanta infelicidad como las personas que anhelan llegar a sus posiciones?

 

Esto se debe al ritmo de vida del consumidor en el mundo capitalista.

 

 

Todo se puede comprar y nada se puede comprar

Una vida de ingresos elevados propone un ritmo de igual manera acelerado. Lo único distinto es que las preocupaciones varían y son otros los inconvenientes.

 

¿Cómo expandir la inversión? ¿Cómo asegurar mayor capital? Estas son las cuestiones que asedian a los pocos privilegiados. Algunos de ellos han nacido con fortunas heredadas y otros han generado sus imperios desde un estrato socioeconómico relativamente bajo.

 

¿Es alguno distinto al otro? Si bien deben existir excepciones en el mundo, lo más común es que quien tuvo dinero siempre y quien lo tenga apenas recientemente se enfrenten a preocupaciones similares por aumentar sus monopolios.

 

Para aquellas personas que detestan el ritmo de vida rápido y agotador de sus labores, conseguir ingresos millonarios es la solución. Sin embargo, el sistema económico mundial no funciona de esa manera. Si se tiene dinero, los precios de aquello que deseamos consumir aumentan y consecuentemente necesitamos más capital para financiar viajes, posesiones materiales, adquisiciones de bienes raíces, etc.

 

 

 

Ser feliz y conocerse

¿Por qué motivo alguna persona habría de adquirir automóviles caros, viviendas gigantescas y demás lujos?

 

No es la regla, pero esto puede asociarse a que en todo el tiempo de vida, desde que se luchó para alcanzar libertad financiera hasta que se adquirió, no hubo espacio para algo muy importante: conocerse a uno mismo.

 

Al final del camino, no pararemos de laborar a menos que estemos seguros de quiénes somos y, consecuentemente, de aquello que en realidad necesitamos para ser felices.

 

¿Se puede ser feliz con un fuerte ingreso anual que dé libertad para pasar tiempo con la familia? Sí, sí se puede.

 

¿Se puede ser feliz con un ingreso estable que permita tiempo para leer, ver películas y pasar tiempo con amigos y relaciones cercanas? Sí, efectivamente se puede.

 

 

 

¿Importa el dinero para ser feliz?

Sí, el dinero importa, pero únicamente porque es una herramienta. El dinero, como un medio para alcanzar aquello que ya conocemos, puede hacernos felices.

 

Pero el único modo de conocer las causas particulares de nuestra felicidad es, por supuesto, conociéndonos a nosotros mismos.

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