LA DEPENDENCIA AFECTIVA: TRAMPA FATAL

 

 

Belisa Salazar Orvig

Licenciada en Psicología y Musicoterapia

Doctorada en Lingüística

Creadora y Directora del Centro Language and Musical Wellness Center

PERÚ – ITALIA

 

El amor es el don más preciado que el ser humano pueda recibir. Estamos hechos de amor ya que amor es energía pura de creación y vida. Vivir en pareja representa, para muchos, la realización mayor en la vida. Así, poder construir un proyecto conjunto, no tener que luchar solo, recibir afecto, son metas que el ser humano ambiciona alcanzar. La búsqueda de seguridad nace del origen mismo del ser humano en un mundo de dualidades y antagonismos, donde la única verdadera certeza es la muerte. Este anhelo de seguridad se proyecta en el otro, quien vendrá a colmar todas nuestras necesidades, nuestras carencias, nuestros dolores, nuestros miedos más antiguos. Y eso que llamamos “amor” no es otra cosas que una dependencia afectiva. El ser amado se vuelve el todopoderoso. Solo a su lado existe la felicidad extrema aunque este no manifieste su amor como lo esperábamos, aunque el ser amado se vuelva frío, distante, y desgraciadamente, aunque llegue a ser cruel, violento o despiadado.

 

La persona que sufre de dependencia perdona todo, o casi. Acepta todo diciéndose que cambiará, que el amado comprenderá, reflexionará, mejorará, nos amará como el príncipe o la princesa que siempre soñamos, ese ser ideal que representa la no dualidad, la plenitud de la seguridad que en el mundo no existe.

 

Después de noches de angustia, después del dolor y la humillación, regresa al carrusel que da vueltas incesantemente y la lleva consigo porque vivir sin esa persona le resulta imposible. Y la luna de miel vuelve a comenzar, - o no- al tiempo que recomienzan también los malos tratos, la frialdad, la ausencia, los golpes. La trampa mortal de la dependencia encierra a quien la sufre en una prisión sin salida de la cual parece imposible escapar: su propia prisión. Y es que en realidad, no ama a ese ser sin el cual se siente morir: él o ella representan solo su propia incapacidad de amarse a sí mismo(a).

 

Liberarse de la dependencia es aprender a vivir. Paradójicamente, dejar a ese ser que creíamos amar y que nos mantiene amarrados(as) al dolor es el primer paso para encontrar el amor, el verdadero, el único válido: el amor a nosotros mismos, a nuestra dignidad, a nuestra única y sagrada vida.

 

Cuando podamos finalmente ver esta pequeña luz al fondo del camino, cuando después de tantos golpes podamos con amor, mirar nuestras heridas y darnos cuenta que no las merecemos, podremos construir una nueva vida. Existen muchos caminos de ayuda para quien quiere emprender la vía de un nuevo amanecer. Buscarla es dar el paso decisivo hacia el verdadero amor: amarnos desde lo profundo para más adelante, amar al otro y al universo entero, a partir de nuestra verdadera libertad.

 

 

 

Nota editorial: El presente artículo no ha sido corregido ni editado por nuestro Portal a solicitud explícita de la autora.

 

 

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