PARA QUE EL AMOR NO NOS ABANDONE

Los hombres y las mujeres, en su mayoría ignoran lo que los atrae mutuamente. Son conscientes de la atracción, pero inconscientes de lo que la produce. No es porque un ser sea joven, hermoso, rico o poderoso que inspira amor. Estas ventajas pueden hacer que algunos lo frecuenten, pero lo que sienten no es verdadero amor, porque si pierde una u otra de estas ventajas exteriores, no tardarán en alejarse de él.

 

Entonces, ¿cuál es el origen de la atracción que hace nacer el amor? Dos entidades, dos energías se encuentran en el espacio; entre ellas se establecen magnéticamente unos intercambios fluídicos imponderables. Este encuentro es el que hace nacer el amor; cada uno recibe del otro los elementos que le faltan y que no había encontrado antes. A menudo, uno se sorprende por los vínculos que se forman entre ciertos seres: en apariencia, nada hubiera debido aproximarlos. Pues bien, precisamente, la explicación se halla en los intercambios sutiles que en alguna parte se realizan entre ellos sin que se den cuenta de eso.

 

El amor es un intercambio entre dos corrientes de energía. Lo que inspira el amor no es el cuerpo físico; éste, a menudo, solo interviene al final del proceso, como una culminación. El cuerpo físico solo concreta. Lo que inspira el amor es invisible. Se concede al cuerpo más importancia de la que realmente posee. Si se colocan uno al lado del otro los cadáveres de los seres que se amaron ¿acaso se besan? No, pero sus almas que están vivas siguen encontrándose. Es la vida que existe en las criaturas la que provoca atracción o repulsión, por lo tanto, antes que los cuerpos se sientan atraídos mutuamente, ha habido intercambios fluídicos que los han impulsado a acercarse. Los cuerpos no han hecho más que seguir el movimiento, al puro final.

 

Evidentemente, lo que se percibe primero es la apariencia externa, el aspecto físico, la profesión, la posición social; pero estas ventajas no impresionan a los seres durante mucho tiempo si detrás de todo eso no sienten algo sutil, algo vivo que corresponde a lo que necesitan en lo más profundo de su ser. Así pues, si quieren encontrar el verdadero amor, labores sobre vosotros mismos. Creen en ustedes algo puro, luminoso, poético, musical, y atraerán hacia ustedes a hombres y mujeres que también buscan la pureza, la luz, la poesía y la música. No olviden nunca que lo esencial está en eso, en las vibraciones sutiles, en las corrientes de energía.

 

Encuentran a una persona por la cual se sienten inmediatamente atraídos: ella es como un recipiente lleno de una esencia preciosa que los maravilla, que los inspira, que ensancha sus horizontes y les revela las bellezas del Cielo y de la Tierra. Agradezcan, alégrense, y si quieren conservar esta alegría para siempre, traten de mantener primero una cierta distancia. Aprecien como una gracia el descubrimiento de un ser que los ilumina, que los vivifica y los refuerza.  Si escuchan bien este consejo y tratan de aplicarlo, nunca les faltarán semejantes encuentros.

 

El Cielo pone en su camino almas capaces de darles alegría, no pueden reprocharle que los deje solos. Pero ¿qué hacen con esas personas que conocen? ¿Acaso saben apreciarlas y respetarlas? ¿Tienen por ellas un sentimiento sagrado? No. Solamente tratan de utilizarlas para su propia conveniencia, como si estuvieran ahí para responder a sus necesidades, para satisfacer sus deseos.

 

Algunos frutos pueden conservarse durante mucho tiempo. A medida que pasan los días, sus colores se vuelven más vivos, esparcen un perfume más sutil, y aunque sean apetitosos, no los tocan, prefieren alimentarse con su presencia. Entonces, cuando un ser humano les aporta la vida, ¡no se lancen sobre él para devorarlo! Puesto que sus emanaciones son capaces de alimentarlos, cuídenlo, protéjanlo. He ahí una nueva filosofía de vida que vale la pena tomar en serio. 

 

Después de creer que han descubierto algunas afinidades entre sí, a menudo los hombres y las mujeres deciden vivir juntos y desgraciadamente, puede suceder que este acercamiento les revele en realidad cuan alejado el uno del otro están; incluso se sienten como extraños. Otros, por el contrario, pueden sentirse siempre juntos aunque los separe una gran distancia física. Entonces ¿qué es lo más importante: sentir la presencia de un ser que no está junto a nosotros o tenerlo muy cerca y sentirlo interiormente muy lejos?   

 

Indudablemente, los humanos serían más felices si aprendieran a vivir más en su mundo interior. Cuando verdaderamente aman a alguien, él está constantemente con ustedes, en ustedes, y están con él en la paz. Si se empeñan en estar físicamente a su lado a toda costa, corren el riesgo permanente de discusiones y malentendidos. No les digo que abandonen a las personas que hayan conocido, que abandonen los contactos en el plano físico, sino que cultiven más los recursos de su mundo interior.

 

Sería completamente irreal aconsejar a las personas que se aman, que nunca se encuentren o que no vivan juntas. Pero si en su encuentro falta una verdadera dimensión interior, se puede ya predecir el final de su amor. Cuando se sienten habitados por la presencia sutil del ser que aman, constatan que no necesitan tanto su presencia física. Si sienten su ausencia de un modo demasiado doloroso, es porque han salido de su mundo interior, y en ese momento deben esperar a que surjan muchas decepciones. Porque ¿quién sabe si las circunstancias no los privarán de ese ser en cualquier momento? Pero cuando están habitados por una presencia interior, las circunstancias externas les afectan menos. Este es un criterio: si cuando piensan en el ser que aman, sienten tanta alegría como cuando lo ven, serán libres, y esta alegría ya nunca los abandonará. 

 

Hagan lo posible para no depender de la presencia física de aquellos a quienes aman; solo entonces conservarán su alegría. Dejarán de estar sometidos a las circunstancias, porque vivirán en el único mundo verdaderamente real, vuestro mundo interior con el que solo son uno. En el instante que salen de su mundo interior, todo se vuelve problemático, porque dependen de condiciones sobre las que no tienen ningún poder; se hallan a merced de ellas.

 

Si se instalan bajo las nubes y les dicen: “Márchense, necesito el Sol”, las nubes continuarán tranquilamente oscureciendo el cielo, y ustedes se quedarán en la sombra teniendo frío. Cuando terminen alejándose se sentirán mejor, pero pronto regresarán de nuevo. Así va la vida: ¿saben cuándo se irán las nubes y cuándo volverán? No. ¿Saben cuánto tiempo el ser que aman permanecerá a su lado? Tampoco. Quizás un día se irá o alguien se los quitará y ustedes se sentirán solos en el frío.

 

Mientras permanezcan en los planos físico, astral y mental, estarán bajo las nubes, a merced de todos los cambios de tiempo. Así pues hagan el esfuerzo por situar su conciencia en las regiones elevadas donde las circunstancias no tengan ningún poder sobre ustedes, elévense hasta el plano causal donde el sol del amor no se pone nunca… láncense hacia la luz de este sol eterno. Mientras, a los que aman dentro de vosotros, ninguna fuerza del mundo podrá quitárselos. Si se los quita, es porque simplemente se han situado demasiado abajo, bajo las nubes. Vuelvan a subir y descubrirán que el amor no los ha abandonado. 

 

El maestro Peter Deunov decía “Si alimentáis en vosotros la idea del amor bajo su forma más sublime, obtenéis la ayuda de miles y miles de almas que aman, porque el amor implica el trabajo colectivo de una multitud de almas unidas entre sí por la idea del amor. El amor divino es la fuerza más grande que existe. Nunca dudéis de esta verdad para que así las almas que trabajan en su nombre habiten siempre cerca de vosotros”.

 

Me siento maravillado por estas líneas, toda la poesía está ahí. Debemos meditarlas, masticarlas, digerirlas, con el fin de hacer nacer en nosotros ese amor y vivificarlo todos los días. Cuando hayamos llegado a esta concepción divina del amor, atraeremos a miles de almas de arriba que vendrán a ayudarnos a sostenernos. El lenguaje humano es débil para expresar la alegría de un ser que recibe la visita de semejante amor. A este ser le basta con vislumbrar de paso el rostro de un hombre o de una mujer para sentirse en la plenitud. No abandonen jamás la idea divina del amor, y sepan que cuando aman a un ser, es Dios el que lo ama a través de ustedes. Al amarlo, por lo tanto, sentirán el amor de Dios, por eso amar puede satisfacerlos tanto o incluso más que ser amado.

 

Sin duda, ya habrán sentido este amor. Los ha visitado, pero se ha vuelto a marchar. Y siem­pre continuará siendo así hasta que encuentre en ustedes una morada definitiva y sobre todo ali­mento, porque su hambre es grande. ¡Sí, come mucho! La próxima vez que venga a visitarlos, traten de reflexionar sobre las circunstancias de su venida con el fin de poderlo llamar de nuevo, porque conscientemente o no, ustedes son quie­nes le proporcionan las condiciones favorables. El amor llega gracias a la pureza, la pureza que es simbolizada por la transparencia del cristal. El amor se aleja debido a la impureza.

 

Como ven, esto es una cuestión muy seria. Reflexionen sobre ella en vez de quejarse de estar solos y abandonados. No pueden perder el amor cuando habita en ustedes. Si se sienten abando­nados, es porque ustedes mismos ya no aman.

Pero aún estamos solo en los umbrales de esta ciencia: con esta nueva concepción del amor comienza la verdadera Iniciación. No busquen la Iniciación en los libros, sino en la expansión de su consciencia. Mientras sufran por falta de amor, significa que todavía no se han comprometido en el camino de la Iniciación.

 

 

 

Extraído del libro “Hacia las fuentes inalterables de la alegría”

 Autor: Omraam Mikhaël Aïvanhov

Editado por Bien de Salud

con la autorización de Editorial Prosveta

www.prosveta.com

FRANCIA

 

02/03/2021

 

Compártelo