¿QUÉ ES LA ANSIEDAD?

 

 

Desde un punto de vista psicológico, podríamos decir que la angustia es un estado pasajero, mientras que la ansiedad es más una forma de ser, un problema de tipo crónico.

 

La ansiedad es un estado patológico con una serie de síntomas como irritabilidad, intolerancia a ruidos fuertes o incómodos, pérdidas de memoria, tensión muscular, déficit de concentración, dolor de cabeza, vértigos, desvanecimientos, y dolores localizados en cualquier parte del cuerpo y que aparecen cualquier momento del día o de la noche.

 

La angustia y la ansiedad son, pues, dos procesos en un mismo camino. Si bien los fisiólogos las diferencian, lo cierto es que la primera, cuando se da de forma continua, conduce a la segunda. Hay personas que están permanentemente angustiadas. Todos conocemos a alguna de estas personas, cuyo prototipo es la madre preocupada por sus hijos, sus familiares y hasta por los vecinos. Sin embargo, la ansiedad, aunque se manifiesta predominantemente en el sexo femenino, no es, ni mucho menos patrimonio de las mujeres. Los hombres la suelen tener, pero debido a las circunstancias culturales, suelen esconderla (y escondérsela a sí mismos) de forma habilidosa, dando una impresión de puertas afuera que no corresponde para nada con la realidad.

 

La ansiedad se caracteriza por alteraciones en el sistema nervioso vegetativo, en especial por un aumento de tono del sistema nervioso simpático, que actúa como un pedal acelerador de casi todas las funciones orgánicas. Esta aceleración muchas veces no se manifiesta físicamente, sino por la rapidez de los procesos mentales, que causa dificultades para concentrarse en un tema determinado.

 

Cuando la ansiedad aumenta, se produce la llamada “crisis de nervios”, en las que puede haber una pérdida del autocontrol, con agitación, pulsaciones y reacciones excesivas ante problemas más o menos enervantes.

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