LO QUE NOS DICE EL SILENCIO

Dr. José Luis Pérez-Albela

Médico cirujano

Médico naturista

C.M.P. 18164

PERÚ 

 

No se puede estar hablando siempre, sin parar, porque ello crea algunos inconvenientes; ¡resulta cansado para el que habla…! y ¡doblemente cansado para quien escucha! El primero acaba agotado; y el segundo, saturado. Ni lo uno ni lo otro son aconsejables. Hablar tiene su utilidad, pero no hablar tiene otra.

 

Cuando oramos o meditamos entramos en un profundo silencio, establecemos las condiciones para que nos visiten seres luminosos, nuestro ángel guardián, incluso el mismo Dios que habita en el corazón de cada uno. También podemos recibir revelaciones y respuestas a nuestras preguntas. Cuando ningún ruido nos distrae ni molesta, estamos preparados para oír voces más sutiles. Por más inaudible, todos tenemos una voz interior que puede ser oída y descifrada. Es durante el silencio cuando el alma tiene la posibilidad de aprender, de comprender las realidades espirituales y, ¿quién no prefiere que se nos hable al alma en lugar de escuchar el exterior?

 

Por supuesto, la palabra es de cierta utilidad: sirve para dar explicaciones, aclaraciones, orientaciones, para persuadir y cuando está tocada por el espíritu, la palabra toca los corazones, incluso los más duros. Cuando llegamos a sumergirnos en la profundidad de la oración y del silencio, nuestros labios se cierran, pero nuestro corazón se abre, sentimos algo más grande que nosotros. Sentimos al creador.

 

En los santuarios del pasado, los maestros, que conocían la naturaleza humana, no sobrecargaban a sus discípulos con conocimiento, como sucede hoy en las universidades donde los estudiantes deben memorizar tal cantidad de datos, que ya no tienen tiempo para nada más.

 

Los maestros de los antiguos santuarios decían muy pocas cosas, pero lo poco que decían revelaba verdades esenciales y correspondía a los discípulos meditarlas en silencio para impregnarse de ellas. 

 

¡Espero que esta reflexión les haya sido útil! 

 

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