RECIBIMOS GRATUITAMENTE, DEBEMOS DAR GRATUITAMENTE

 

 

Le debemos todo a la naturaleza; los elementos de los cuales nuestro organismo está formado y todo lo que nos permite subsistir: el agua, los alimentos, el aire que respiramos, la luz y el calor del sol, los materiales con los que fabricamos nuestros vestidos, nuestras casas, nuestras herramientas…todo. Los humanos se sienten muy orgullosos de su ingenio, pero ¿de dónde sacan los materiales con los cuales fabrican sus instrumentos, sus aparatos, e incluso, sus obras de arte? De la naturaleza.

 

La naturaleza nos da todo. Y todo lo que tomamos se anota detalladamente en algún lugar. Son deudas que contraemos con ella y un día debemos saldarlas, debemos pagar. ¿Cómo? Con una moneda que se llama respeto, agradecimiento, con el amor y la voluntad por estudiar todo lo que se haya escrito en su gran libro.

 

Pagar significa dar algo en intercambio, y todo lo bueno que nuestro corazón, nuestra inteligencia, nuestra alma, nuestro espíritu, sean capaces de producir, puede ser una forma de pago. En el plano físico somos limitados y la naturaleza no nos pedirá que le devolvamos los alimentos, el agua o el aire que hemos utilizado, pero en el plano espiritual nuestras posibilidades son infinitas y, ahí, podemos devolver centuplicado todo lo que la naturaleza nos ha dado.

 

Cuando el ser humano decide utilizar todas las facultades que Dios le dio para marchar conscientemente en el camino de la luz y del sacrificio, es contratado para el servicio divino y Dios le retribuye dándole la inteligencia, la bondad, la belleza, etc. Pues bien, es con este dinero que el ser humano puede pagar por todo lo que toma de la naturaleza. El que no tiene contrato con la administración celeste no recibe nada; se encuentra, entonces, desprovisto, no tiene “dinero” para pagar lo que toma. Come, bebe, respira, se pasea, se aprovecha, pero tarde o temprano los acreedores, las fuerzas de la naturaleza, vienen para despojarlo porque no se les puede pagar con la negligencia, con la pereza, con el irrespeto, con la ingratitud. Entonces, los acreedores se pagan con la carne y los huesos de su deudor: le quitan la vida.

 

La naturaleza expone delante de nosotros todas las riquezas, tenemos el derecho a tomarlas; todo está a nuestra disposición, pero con la condición de pagar. Ah, ¿están sorprendidos que no sea gratuito?... ¡Es gratis, pero ustedes también deben dar gratuitamente! Dios nos da todo gratuitamente y debemos hacer lo mismo. Nos ponemos al servicio del Señor y el Señor a cambio nos da la luz, el amor, la fuerza, la paz. Pues bien, la luz, el amor, la fuerza, la paz, son el dinero que nos permite entrar en los grandes almacenes de la naturaleza y pagar. Aquel que no paga con este dinero dado por Dios, se verá obligado a pagar por medio de sufrimientos, enfermedades, tormentos.

 

Nosotros somos invitados en la inmensa morada del Señor; nuestro anfitrión es muy acogedor, muy generoso, pero si nunca pensamos en darle algo a cambio, nos mirará como a unos niños inmaduros que no supieron crecer. Vayan y pregúntenle a los niños si piensan que les deben algo a sus papás. Para ellos es normal siempre reclamar y pedir. Felizmente, cuando recen, al menos, en algunos de ellos, la conciencia se despierta y en ese momento comienzan a volverse adultos. Pues bien, nosotros también tenemos que volvernos adultos y comprender que le debemos algo a nuestra Madre, la Naturaleza y a nuestro Padre, el Creador.

 

 

 

Extraído del libro “El hombre en el organismo cósmico”

Autor: Omraam Mikhaël Aïvanhov

Editado por Bien de Salud

con la autorización de Editorial Prosveta www.prosveta.com

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