TODA PROMESA ES UN LAZO

 

Muchas personas pronuncian hermosos discursos: prometen esto o aquello; prometer no les cuesta mucho. Evidentemente es más fácil decir algo que hacerlo.

 

Algunos, una vez que han prometido lo que sea, se sienten tranquilos; ¿para qué cumplir su promesa? Pues bien, sepan que una promesa es como una firma, un compromiso, un contrato. En el plano espiritual, las palabras se registran y ocurre exactamente como si hubieran escrito esta promesa: nada ni nadie en el mundo puede liberarlos, excepto la persona a quien se la han hecho. Si es noble, comprensiva, puede liberarlos; si no, deben cumplirla. Dirán: “Pero me dirigiré al cielo, pediré al Señor que me dispense de esta obligación que he contraído”. Ni siquiera el Señor lo hará, porque no puede ir contra las leyes que Él mismo ha establecido.

 

Antes de hacer una promesa les corresponde saber si pueden cumplirla. No digan: “¡Bah! ¡Puedo prometer, lo que sea, ello no me obliga a nada!” ¡Pues sí, obliga! Quizás en el plano físico, si no hicieron esta promesa por escrito, no tengan pruebas para condenarlos, pero en el mundo sutil sus palabras perdurarán para siempre. ¡No es un papel, sino una película que habla! Sí, ustedes y sus palabras han sido registrados.

 

Extraído del libro “Reglas de oro para la vida cotidiana”

Autor: Omraam Mikhaël Aïvanhov

Editado por Bien de Salud

con la autorización de Editorial Prosveta www.prosveta.com

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