UNA REVOLUCIÓN EN LA MEDICINA

 

Dr. Francis S. Collins*

Doctor en medicina genética

ESTADOS UNIDOS

 

Durante toda la historia de la humanidad, hemos sido básicamente ignorantes de los detalles de nuestro propio manual de instrucción, el material hereditario que pasa de padres a hijos. Todo eso cambió en abril de 2003, cuando el Proyecto Genoma Humano finalizó su labor y reveló la secuencia completa del ADN de nuestra propia especie.

 

Todos los seres humanos somos 99,9% iguales a nivel de ADN, pero ese 0.1% de dife­rencia puede conllevar también el riesgo de enfermedades como el cáncer, enfer­medad cardíaca o diabetes. Esos factores específicos de riesgo genético ahora se están revelando, están abriendo una nueva ventana al entendimiento de las cau­sas de las enfermedades y proporcionando ideas sobre la prevención.

Como el campo de la investigación del genoma está avanzando tan rápido, es difícil proyectar dónde podríamos estar en tan solo cinco o diez años, así que tratar de anticipar el futuro en cincuenta años es verdaderamente sobrecogedor. Sin embargo, lo voy a intentar.

 

Tengo plena confianza de que en cincuenta años cada uno de nosotros ten­dremos una copia de nuestra propia secuencia completa del ADN, incorporada a un registro médico electrónico de suma precisión y accesible desde cualquier parte del mundo. Quizás esto se codifique en un chip que se inserte bajo la piel del antebrazo, conjuntamente con una gran cantidad de información importante en el aspecto médico. Esa información de la secuencia del ADN, única en cada individuo, será la base fundamental de una forma altamente efectiva de medicina preventiva, donde se concentrará la mayor parte de nuestros recursos médicos para que la gente se mantenga sana.

 

Tendremos monitores en nuestros hogares y centros laborales que registrarán cualquier evidencia que indique que uno se ha expuesto a una nueva condición ambiental que pudiera ser dañina. Una muestra ocasional de una gota de sangre (o quizás solo la saliva) detectará la presencia de una larga lista de biomarcadores que podrían sugerir el comienzo de problemas, ofrecien­do la oportunidad de intervenir rápidamente.

 

Las visitas al médico pueden pare­cerse un poquito a la serie de televisión Viaje a las estrellas, con capacidades sofisticadas de procesamiento de imágenes que permitan evaluaciones precisas de cualquier problema en cualquier sistema de los órganos. Si surgen enfermedades a pesar de todas estas medidas preventivas, los tratamientos disponibles serán mucho más individualizados y dirigidos con gran precisión, en base a un entendimiento deta­llado de la estructura molecular de la enfermedad.

 

Los métodos de distribución de la nanotecnología permitirán que el tratamiento deseado vaya directamente a donde se necesite, sin causar efectos secundarios en otras partes del cuerpo.

 

Habremos aprendido cómo volver a programar nuestras propias células para compensar un problema en algún lugar del cuerpo. Si está fallando su hígado, se inducirán células de su piel para aprovechar su uso al máximo. Si su corazón se está debilitando, también se programarán nuevas células musculares del corazón. Excluyendo las muertes causadas por traumas, el promedio de vida del ser huma­no normal alcanzará los tres dígitos. Pero no se logrará la inmortalidad.

Todos esos avances técnicos correrán el riesgo de quitarle las características personales a la medicina, pero los mejores médicos, enfermeras y otros profesio­nales de la salud seguirán siendo aquellos que se dediquen a conocer a la gente que tienen bajo su cuidado y a brindarle el toque humano.

 

Por cierto, dentro de cincuenta años, se estará de acuerdo en comprender que el acceso a la asistencia médica debería ser un derecho básico de todos los seres humanos. Solo espero que haya suficiente voluntad política en todo el mundo para actuar en base a ese principio.

 

¿Resultará toda esta alta tecnología en un cambio de nuestros puntos de vista sobre la humanidad? ¿Nos veremos como máquinas moleculares en vez de cria­turas capaces de mostrar acciones nobles y preocuparnos por nuestros compa­ñeros humanos? No me inquieta mucho eso. Sí, la ciencia nos brindará muchas oportunidades. Pero la gente aún estará buscando respuestas con respecto al sig­nificado de la vida; la mayoría de nosotros continuará encontrando consuelo y gozo al descubrir el amor y la gracia de Dios.

 

*Francis S. Collins, doctor en medicina, es un especialista en genética que dirigió el Proyecto Genoma Humano (1999 – 2008), audaz esfuerzo que leyó los tres billones de letras del manual de instrucción del ADN humano. En 2009 fue nombrado director de los National Institutes of Health de Estados Unidos, por el presidente Barack Obama, quien lo consideró como “uno de los mejores científicos del mundo”. Como líder, enfatiza la importancia de tratar las implicaciones éticas, legales y sociales de la investigación del genoma. En su libro, ¿Cómo habla Dios?, presenta el argumento de que la ciencia y la fe no son conceptos del mundo que se oponen entre sí, sino que en reali­dad se complementan muchísimo.

 

 

Fuente:

Tomado del libro “Visado para el futuro”. Un acercamiento a la visión de científicos y personalidades destacadas sobre cómo será nuestro mundo dentro de cincuenta años.

 

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27/05/2022

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