CÓMO AFRONTAR UN DIVORCIO CON NIÑOS

 

 

El divorcio es una de las experiencias más difíciles y complejas por las que puede atravesar el ser humano. Debilita a la personas, afecta su salud, causa un gran sufrimiento y obliga a tomar importantes decisiones. Es evidente que este panorama, que de por sí ya es complicado, va a tornarse más sombrío si la pareja cuenta con la presencia de hijos. Ellos también se van a ver afectados emocionalmente, lo cual puede acarrearles dificultades en otras áreas de su vida.

 

 

La situación de divorcio

Es de suma importancia resaltar que divorcio y separación no son lo mismo. El término ‘separación’ hace referencia a que la pareja toma distancia física, es decir, deja de vivir bajo el mismo techo. Por otro lado, la palabra ‘divorcio’ alude a la situación legal, lo que significa que la unión civil del matrimonio llega a su fin.

 

Por lo general, al divorcio lo precede una separación. La relación empieza a flaquear y ya no camina. En la mejor de las circunstancias, las dos partes deciden tomar distancia y luego iniciar los trámites de divorcio. El mutuo disenso o acuerdo entre las partes debería ser la mejor decisión para la salud mental y emocional de toda la familia.

 

 

¿Qué sucede cuando hay hijos?

Si la situación ya es emocionalmente agotadora para un adulto, imaginemos lo que puede llegar a ser para un niño, quien posee una menor cantidad de recursos para afrontar circunstancias de este tipo.

 

Lo que experimenten los pequeños va a variar mucho: desde una gran confusión, pasando por culpa o ira, hasta una posible depresión. ¿Qué tanto daño puede generar un divorcio en los hijos? Depende mucho de los padres y de algunos elementos causantes de la ruptura.

 

Sin embargo, existen algunas variables que pueden influenciar el grado de afectación del niño, las cuales se enlistan a continuación:

 

 

· La estabilidad emocional del niño durante el matrimonio de sus padres.

 

· Las características de personalidad del niño.

 

· Las características de personalidad de cada uno de los padres.

 

· El tipo de relación que mantiene el niño con el padre con el que vive.

 

· El tiempo y el tipo de relación que comparten el niño y el padre con el que no vive.

 

· El que sus necesidades físicas, psicológicas y emocionales sean satisfechas.

 

· La relación de los padres, durante y después del divorcio.

 

· La cantidad e importancia de los cambios que vive el niño a partir del divorcio (cambio de casa o escuela, menos tiempo con personas importantes en su vida, cambio de actividades, etc.).

 

· El surgimiento de problemas económicos.

 

· El apoyo emocional de otras personas o familiares.

 

Hay que tomar en cuenta que aun cuando los niños se adapten al nuevo estilo de vida y aparentemente regresen “a la normalidad”, esto no siempre significa que no existirán repercusiones a largo plazo. Es por esta razón que se debe estar siempre atento a las necesidades emocionales que el menor pueda evidenciar directa o indirectamente.

 

 

¿Qué se puede hacer?

Algunas acciones que pueden resultar útiles son las siguientes:

 

· Hablar con sinceridad: es siempre mejor hablar con la verdad. Si los hijos son muy pequeños, se recomienda no ahondar en detalles, explicarles que sus padres se quisieron mucho, pero ya no sienten lo mismo. Será positivo también que se les comunique que aunque las cosas entre los papás ya no son iguales, los sentimientos por sus hijos no van a cambiar.

 

· No permitir que se sientan culpables: puede darse el caso de que los niños se sientan culpables por lo que está sucediendo. Ellos pueden creer que la ruptura se dio porque se portaron mal, obtuvieron bajas notas, no obedecieron, etc. Es importante que se les explique bien que no tienen culpa alguna de lo que está sucediendo con sus padres.

 

· Acordar nuevos cambios y horarios: es muy importante que se informe desde un inicio los cambios que van a tener lugar. Debe incluirse la explicación de con quién van a vivir y las visitas que se van a empezar a realizar. Hay que recordar siempre que se debe tener mucho cuidado para que los hijos no escuchen conversaciones sobre finanzas, custodias, pensiones alimenticias, etc.

 

· Seguir siendo padres: luego del divorcio, se sigue siendo padre o madre y ello conlleva una gran responsabilidad. Se recomienda que ambos progenitores siempre estén dispuestos para los hijos, que estén comunicados, que pasen bastante tiempo juntos, que organicen salidas, paseos, etc.

 

· Responder y comprender sus preguntas: surgirán muchas preguntas a partir de este proceso. Por eso, es importante responder a todas ellas con seguridad y sinceridad. De ser posible, es importante informar lo que está sucediendo a los profesores de los niños para que puedan manejar la situación y apoyarlos en el colegio si es necesario.

 

 

Lo que no se debe hacer

Se podría presentar una lista amplia, pero, básicamente, hay tres acciones concretas que deben evitarse:

 

o No entrar en detalles: contar los motivos precisos de la ruptura puede ser perjudicial.

 

o No quejarse de la expareja frente a los niños: ellos no deben escuchar críticas de ninguno de los padres. Recordemos que ambos siguen siendo sus padres.

 

o No mentir: no darles falsas esperanzas, es mejor actuar con honestidad.

 

 

 

En fiestas navideñas

En épocas navideñas surge un nuevo reto para los padres divorciados. Estas fiestas, que antes solían pasarlas todos juntos, van a verse alteradas significativamente. El esquema familiar ha cambiado y ha pasado lo mismo con diversas rutinas y actividades. Es evidente que habrá un temor en los padres y querrán hacerlo todo de la mejor manera posible. A continuación se brindan algunas sugerencias:

 

* No dejarse llevar por la tensión: las primeras navidades van a ser las más complicadas. Luego, si las cosas se llevan adecuadamente, el niño empezará a experimentar este nuevo esquema como normal.

 

* Explicarle la verdad al niño: será útil que se le explique al menor cómo serán las fiestas navideñas a partir del divorcio. Hay que ser lo más honestos posibles y dejar las cosas claras.

 

* Los padres crean el nuevo esquema: no hay que darles a elegir a los niños, ya que luego podrían sentirse culpables. Los padres tienen que repartir equitativamente el tiempo que pasen con cada uno en esas fechas. Asimismo, se recomienda no separar a los hermanos.

 

* No ilusionarlos: algunas familias deciden juntarse para estas fechas. Cuando los niños son menores de 10 años, se corre el riesgo de que puedan pensar que todo volverá a ser como antes y se generen falsas expectativas.

 

* No compensar con regalos: evitar compensar ausencias con regalos. Es mejor dedicarles tiempo de calidad durante el año que esperar a que llegue la Navidad para llenarlos de objetos materiales.

 

* Jamás hablar mal del otro progenitor: esto genera incomodidad, hay que tratar de generar un ambiente armónico y pacífico.

 

* Preguntarle cómo le fue: interesarse por cómo le fue al niño en el otro hogar, llamarlo para preguntarle y luego conversarlo personalmente con él.

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