LA LIBERTAD

 

 

Libertad como concepto

En primer lugar, veamos la definición de libertad. En el Diccionario de la Real Academia Española podemos encontrar una serie de significados de esta palabra que pueden ser muy útiles:

 

1. Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.

 

2. Estado o condición de quien no es esclavo.

 

3. Estado de quien no está preso.

 

4. Falta de sujeción y subordinación.

 

Estas cuatro definiciones ofrecen una buena idea de lo que se entiende por “libertad”.

 

La primera hace referencia a la capacidad que tenemos los seres humanos para obrar de una manera u otra, y de la responsabilidad que tenemos con respecto a estas acciones. Sobre este punto volveremos más adelante.

 

La segunda definición nos remonta a un concepto de libertad por el que se luchó muchas veces en la historia de la humanidad. Se sabe de diversas naciones que lucharon para liberarse de la opresión de algún imperio colonialista (el caso del Perú es muy ilustrativo, y lo vemos plasmado al inicio del Himno Nacional: “Somos libres…”). En este caso estamos hablando de una liberación de la subordinación, del no “pertenecerle” a nadie más. Aquí podemos establecer un enlace directo con la acepción número cuatro, en el sentido de que el concepto de libertad es no depender de nada ni de nadie.

 

En la tercera definición se hace referencia a un contexto más jurídico: cuando alguien es arrestado se dice que tiene una “pena privativa de la libertad”. La persona que no está presa goza de “privilegios” que quien sí lo está no puede tener.

 

 

Libertad, existencia y responsabilidad

En un inicio, se propuso la idea de que la libertad es algo inherente al ser humano. Se dijo también que esta idea puede ser cuestionable, lo cual puede darse con cualquier teorización que hagamos. Por lo tanto, se tratará de exponer este punto de vista con la mayor claridad posible.

 

El ser libre está siempre directamente relacionado con el hecho de poder elegir. Esta capacidad no es algo que se puede optar o no, siempre estamos eligiendo, constantemente tenemos opciones y tenemos que decidirnos solo por algunas.

 

En este punto, algunos podrían preguntarse, ¿qué pasa con aquellas situaciones que uno no elige pero están ahí afectándome? ¿Soy libre frente a eso? La respuesta es que, efectivamente, hay circunstancias en la vida que no elegimos, que simplemente se manifiestan; pero es cierto también que uno puede elegir qué hacer ante estas situaciones.

 

Viktor Frankl, creador de la Logoterapia, tiene una frase que ilustra de manera magistral este aspecto: “Cuando no podemos cambiar la situación a la que nos enfrentamos, el reto consiste en cambiarnos a nosotros mismos”. Nada más cierto que esto: nos vemos en la obligación de elegir qué hacer al respecto. Hay personas que simplemente no emprenden ninguna acción y se dejan llevar por cuanto determinismo encuentran en su vida; esto también es hacer una elección: se decide -justamente- no hacer nada.

 

Es cierto que los seres humanos estamos sujetos a muchos condicionamientos, por ejemplo, el pasado, la genética, el contexto, etc.; pero siempre se puede tomar una postura ante todo esto.

 

Jean Paul Sartre, uno de los más grandes exponentes del existencialismo refuerza esta idea con la siguiente frase: “Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. Para este pensador, la libertad no es algo que se tiene, uno “es libre”. Constantemente, tenemos que optar por alguna de las posibilidades de ser y hacer que tenemos ante las distintas circunstancias que nos plantea la vida.

 

Siguiendo la línea del pensamiento de Sartre, se propone conceptualizar al ser humano sin esencia, pues la existencia precede a la esencia. Esto implica dejar de lado la idea de que el hombre tiene una naturaleza, ya que eso significaría que el rango de conductas y elecciones que manifiesta estaría seriamente restringido. Al contrario, uno se va construyendo, se va haciendo a través de las decisiones que va tomando a lo largo de su vida.

 

Es evidente que toda elección trae consigo consecuencias, que decidir implica también tener que renunciar a las opciones que se dejaron de lado. No hay una manera de saber con precisión qué tan bien irá lo que se ha escogido.

Ese no saber genera una fuerte incertidumbre y dificulta el discernimiento, entonces, aparece la angustia. Es aquí donde resulta importante introducir el concepto de responsabilidad.

 

Si acoplamos todo lo que se ha mencionado hasta este punto, vamos a obtener una secuencia que va más o menos así:

 

 

Libertad -> Elección -> Responsabilidad

Responsabilidad significa tener que asumir todo lo que venga como consecuencia de aquello que se ha decidido. Muchas veces las consecuencias no son de nuestro agrado, pero es de vital importancia que ante lo que aparece luego de la elección seamos capaces de tomar una postura nuevamente, ya que se están presentando nuevas circunstancias. Así estaríamos haciendo ejercicio pleno de nuestra libertad.

 

Las elecciones tienen una intencionalidad, están dirigidas hacia algo muy valioso para los individuos. Al ser algo muy personal, significa que es uno mismo quien debe realizar la elección; de la misma manera, estaremos también solos al momento de afrontar las consecuencias de nuestras elecciones. Más allá de todo el apoyo que podamos recibir de personas cercanas, es el individuo mismo quien debe asumir la responsabilidad, nadie más lo puede hacer por él o ella.

 

Pensar las cosas de esta manera puede ser un poco chocante y difícil de aceptar en un inicio. Es evidente que hacer uso total de la libertad no es tarea fácil. Ante todo, es necesario ser conscientes de todo aquello que nos limita, observar cómo se manifiesta, de qué manera nos “favorece” o si nos es útil dejarnos llevar por determinada elección. Es un proceso que se debe ir perfeccionando, pero una vez que seamos más responsables de nuestras decisiones, tendremos una vida más plena, con mayor conciencia.

 

 

 

La libertad del otro

Hay dos preguntas importantes que tenemos que hacernos en este punto: ¿Acepto mi propia libertad? ¿Puedo aceptar la libertad del otro? Como se dijo previamente, aceptar la propia libertad no es algo sencillo, ya que nos “tira la pelota” directamente en cada una de nuestras acciones y no se puede huir de ello. Es por tal motivo que muchas personas se dejan llevar por ciertos determinismos y así encuentran la justificación perfecta para todo lo que hacen.

 

La segunda pregunta también es muy interesante de analizar. Muchas veces la libertad del otro, sus elecciones y consecuencias, se convierten en circunstancias a las que tenemos que hacer frente y sobre las cuales tenemos que tomar una postura.

 

Esto se puede ejemplificar de manera muy simple con el caso de la pareja que es “abandonada”. Muchas personas sufren al no poder aceptar que la otra persona ha decidido no estar más a su lado. Sucede lo mismo cuando se termina una amistad, un negocio, entre otras tantas situaciones. Nos cuesta entender que el otro también es libre y que puede tomar decisiones que no nos complacen. El problema no es el hecho en sí mismo, sino el no querer reconocer ese aspecto.

 

Así, nos encontramos en que la labor de poder llevar la libertad adecuadamente tiene una doble vía: la propia y la ajena

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